jueves, 27 de septiembre de 2018

El pañuelito del cura de Ars.


Los santos también debían luchar contra su naturaleza.
«Señor Cura, le preguntaba el Rdo, Raymond, ¿cómo puede estar usted tan sosegado con la impetuosidad de su carácter?
—¡Ah, amigo mío!, la virtud requiere esfuerzo, continua violencia y, sobre todo, auxilio de lo alto».
Tuvo, en efecto, que sufrir y trabajar mucho para adquirir la paciencia que admirábamos en él; «por esta causa, dice el conde des Garets, ésta fue la virtud que más me admiró y más me impresionó. No creo que sea posible practicarla en grado superior... Siempre le vi igual a sí mismo, agradable con todos, fuesen cuales fueren las maneras usadas con él».
Creo, añade el Hermano Atanasio, que si la virtud no le hubiese dominado, hubiera fácilmente montado en cólera. Por lo mismo, se veía obligado, para contenerse, a violentarse con gran energía.
En algunas ocasiones, cuando personas fastidiosas le importunaban, retorcía el pañuelo que acostumbraba llevar en la mano, y yo echaba de ver qué esfuerzo se imponía para dominar la impaciencia. Por lo demás, era menester ser muy familiar suyo para darse cuenta de estas cosas
«Sentía muy vivamente»; experimentó antipatías involuntarias que cubrió con el velo de la caridad. «Estábamos convencidos, dice Marta Miard, de que tenía que violentarse en presencia de ciertas personas, pero nunca lo dio a entender».
Lo único que se notaba en él, cuando alguna tempestad agitaba su alma, era cierta alteración en la mirada, «una especie de relámpago que brillaba en sus ojos».  En este estado le vimos, por unos segundos, el día que fue nombrado canónigo, cuando el Hermano Jerónimo le rogó que se sentara en su cátedra con la muceta.
De su paciencia el Cura de Ars dio pruebas estupendas.
Un día, cuenta el maestro Juan Pertinand, sorprendimos, sin saberlo el Rdo, Vianney, a un niño de la parroquia cuando intentaba apoderarse de las limosnas de las misas. El alcalde fue conmigo a avisar a sus padres. La madre del ladrón en ciernes, pensando que era el señor Cura quien había denunciado al culpable, fue al día siguiente a la sacristía y le reprochó duramente.
Estaba yo de pie junto a la puerta, en la iglesia, oyendo aquella lluvia de improperios. «Tiene usted razón, se contentaba con responder el bueno del señor cura párroco, ruegue para que me convierta»
Oí decir, refiere Catalina Lassagne en su Petit mémoire, que, al principio de estar en la parroquia, fue a su casa un hombre y le llenó de insultos. El escuchó sin hablar palabra; después, por desgracia, quiso acompañarle y darle un abrazo antes de despedirle... El sacrificio le causó tan viva impresión que a duras penas pudo subir a su cuarto y tuvo que echarse en la cama. En un momento se llenó de ronchas...
Vímosle varias veces, cuando alguien le hablaba con dureza, conservar la calma, pero su cuerpo era en seguida presa de cierto temblor. «Cuando se ha vencido una pasión, decía, hay que dejar que los miembros tiemblen»
Una vez, cuenta Juana-María Chanay, ocurrió algo en la Providencia que le contrarió fuertemente. «Si no fuese porque quiero convertirme, nos dijo, me enfadaría de veras.» Y al pronunciar estas palabras, conservaba toda su serenidad.
Recuerdo, cuenta Andrés Treve, pero no puedo precisar la época ni el lugar, que un día le dieron un bofetón y que dijo por toda respuesta: «¡Amigo, la otra mejilla tendrá celos!»
Esta admirable paciencia se manifestó de un modo especial entre la multitud. En efecto, era allí donde encontraba ocasión siempre nueva de perpetuo renunciamiento. Los que querían acercársele tenían ansia de verle y los que ya le habían visto querían verle otra vez. De aquí «que en torno a su persona, ha dicho el canónigo Gardette, se formaban como unas corrientes que lo agitaban en todos sentidos. 

Casi estrujado, parecía siempre un ángel de caridad y ,de dulzura.
En sus facciones se leía cansancio, pero nunca las impresiones de la baja naturaleza. Y, sin embargo, a causa precisamente de su temperamento tan enérgico y sensible a la vez, sintió vivamente las contrariedades.
Conocía lo fugaz del tiempo y las miserias reales de tantas almas, y tal persona le entetenía con sus eternas repeticiones; tal otra le contaba cosas insignificantes... Pero con todos se mostraba tan caritativo y paciente que se retiraban llenos de contento.


Pd: No olvides de llevar tu pañuelito! ;)



La corona de un verdadero Rey



¿Por qué esta es la corona 
de un verdadero Rey?

Santa Catalina de Siena y la corona de espínas.

Jesús se le presentó a Santa Catalina en una visión, con dos coronas, una de oro y otra de espinas, y le ofreció elegir una de las dos. Santa Catalina dijo: “Yo deseo, Oh Señor, vivir aquí siempre conforme a tu pasión, y encontrar en el dolor y en el sufrimiento mi reposo y deleite”. Luego, tomó la corona de espinas y se la colocó sobre la cabeza.

¿Por qué Santa Catalina eligió la corona de espinas? ¿Fue por un deseo de parecerse exteriormente a Jesucristo? ¿Fue por demostrar a Jesús que quería imitarlo exteriormente en su Pasión? Parecería que fuera esto, porque la misma Santa Catalina dice que quiere encontrar “en el dolor y en el sufrimiento” su “reposo y deleite”, es decir, quiere vivir aquí en la tierra imitando exteriormente a Jesús en su Pasión, y es por eso que elige la corona de espinas.

Esto es verdad, pero hay además otro motivo, más profundo, por el cual los santos eligen la corona de espinas. Encontramos un dato más en las revelaciones de Santa Brígida, reina de suecia.

En una de las revelaciones, le dice la Virgen María: “Después le pusieron la corona de espinas y se la apretaron tanto que la sangre que salía de su reverenda cabeza le tapaba los ojos, le obstruía los oídos y le empapaba la barba al caer”.

En otra oportunidad, la Santa recibe una revelación similar: “Entonces la corona de espinas, que habían removido de Su cabeza cuando estaba siendo crucificado, ahora la ponen de vuelta, colocándola sobre su santísima cabeza. Punzó y agujereó su imponente cabeza con tal fuerza que allí mismo sus ojos se llenaron de sangre que brotaba y se obstruyeron sus oídos”. La Virgen María destaca la abundancia de sangre que comienza a salir de la cabeza de Jesús: es tal la cantidad, que los ojos “se llenan de sangre” y los oídos “se obstruyen” a causa de esta sangre.

Luego, Jesús revela de qué manera esta coronación suya es una muestra de su amor para con Santa Brígida (y, por lo tanto, para toda alma): “Yo soy el Creador del Cielo y la tierra, y el que se consagra en el altar es mi verdadero cuerpo. Ámame con todo tu corazón, porque yo te amé y me entregué a mis enemigos por mi propia y libre voluntad, mientras que mis amigos y mi Madre se quedaron en amargo dolor y llanto. Cuando vi la lanza, los clavos, las correas y todos los demás instrumentos de mi pasión allí preparados, aún así acudí a sufrir con alegría. Cuando mi cabeza sangraba por todas las partes desde la corona de espinas, aún entonces, y aunque mis enemigos se apoderasen de mi corazón, también, antes que perderte, dejaría que lo hiriesen y lo despedazasen. Por ello serías muy ingrata si, en correspondencia a tanta caridad, no me amases”.

Continúa luego Jesús dando la clave de porqué debemos siempre elegir la corona de espinas: para imitarlo, correspondiendo a su amor, y para llevar en el propio cuerpo viva la Pasión del Señor: “Si mi cabeza fue perforada y se inclinó en la cruz por ti, también tu cabeza debería inclinarse hacia la humildad. Dado que mis ojos estaban ensangrentados y llenos de lágrimas, tus ojos deberían apartarse de visiones placenteras. Si mis oídos se obstruyeron de sangre y oí palabras de burla contra mí, tus oídos tendrían que apartarse de las conversaciones frívolas e inoportunas. 
Al habérsele dado a mi boca una bebida amarga y negársele una dulce, guarda tu propia boca del mal y deja que se abra para el bien. Puesto que mis manos fueron estiradas y clavadas, que las obras simbolizadas en tus manos se extiendan a los pobres y a mis mandamientos. Que tus pies, o sea, tus afectos, con los que debes caminar hacia mí, sean crucificados a los deleites de manera que, igual que Yo sufrí en todos mis miembros, también todos tus miembros estén dispuestos a obedecerme. Demando más servicios de ti que de otros porque te he dado una mayor gracia”.

Esta es la razón por la cual el cristiano debe siempre elegir la corona de espinas: no sólo para imitar exteriormente a Jesucristo, sino para llevar en sus cuerpos y en sus vidas la Pasión de Jesús. El motivo es que el cristiano, como miembro del Cuerpo Místico de Cristo, debe ser otro cristo, que continúa y prolonga su Pasión en el mundo.

Jesús se dejó coronar de espinas en la cabeza, lugar donde se originan los pensamientos, para que no tengamos malos pensamientos, pero no solo eso, sino para que además tengamos pensamientos santos y puros, como Él los tuvo en la cruz.

A nosotros no se nos aparece Jesús, con una corona de oro y otra de espinas, como a Santa Catalina, pero nosotros elegimos la corona de espinas, y no tenemos revelaciones y apariciones, como Santa Brígida de Suecia, pero sabemos, por la Santa Madre Iglesia, por qué motivo elegimos la corona de espinas.

Cfr. Revelaciones de Santa Brígida.

DIOS HABLA

Dios es un Dios que tiene boca y habla, el que dice que no habla es un mentiroso o un mata fe, Dios habla, revela, responde, muestra, enseña, te da estrategias, ideas, dirección.

En las pruebas y situaciones difíciles te va guiando, te dice por dónde tenés que ir y cómo ir, qué hacer y cuándo, que decir y cuándo, que no decir y cuándo, te instruye, etc, etc, etc.
Te habla en la oración, en un sueño, en su Palabra, en un libro, una frase, un cartel, en la tele, radio, internet, por una persona. Donde ÉL quiere y cuando quiere.

Solo hay que estar atentos y hacer silencio. En el ruido no se escucha bien.
Dios siempre habla, hasta cuando hace silencio!
Es bueno tener un cuaderno para ir anotando todo lo que nos dice, para después ver con el tiempo cómo se va confirmando y para esperar en sus promesas.

A veces, Dios nos da una Palabra de consuelo, de aliento, una promesa... nos ponemos contentos en el momento, pero después nos olvidamos!

Es bueno ir releyendo todo lo que Dios nos va diciendo, sobre todo, en los tiempos difíciles es bueno recordar sus Palabras y saber que está ahí, siempre con nosotros, que nos sostiene y nos ayuda, que nunca nos abandona. Dios es fiel!

Y después nos vamos a dar cuenta, que en esos momentos difíciles es cuando Dios más estuvo con con nosotros, que nunca nos dejó ni nos abandonó, que nos fue guiando y dando fuerzas para poder seguir adelante, que nos susurraba al oído: Hijo, estoy vos vos, no te desanimes, tu Padre te cuida y te guía.

Y también nos vamos a dar cuenta, que no solo estuvo con nosotros, sino que también, nos fue preparando anteriormente antes de meternos a la prueba. Dios es fiel en todo, hasta para avisarnos lo que va a hacer con nosotros, y además de avisarnos, nos pregunta que vamos a hacer, si aceptar la prueba o no, Dios nos pide permiso para trabajarnos!

DIOS ES FIEL.



El pecado de impureza.

Vi al Señor Jesús atado a una columna, despojado de sus vestiduras y enseguida empezó la flagelación. Vi cuatro hombres que por turno azotab...