DE LAS 12 A LA 1 DE LA TARDE
VIGÉSIMA HORA
Primera hora de agonía en la Cruz
La Primera Palabra
Crucificado Bien mío, te veo sobre la Cruz como en tu
trono de triunfo, en acto de conquistar todo y a todos los
corazones, y de atraerlos tanto a ti, que todos puedan sentir
tu sobrehumano poder... La naturaleza, horrorizada ante tan
gran delito, se postra ante ti y espera silenciosa una palabra
tuya para rendirte homenaje y hacer que tu dominio sea
reconocido. El sol lloroso retira su luz, no pudiendo sostener
tu vista, demasiado dolorosa. El infierno siente terror y,
silencioso, espera... De modo que todo es silencio...
Tu traspasada Mamá, tus fieles, permanecen todos
mudos y petrificados ante la vista, ay, demasiado dolorosa,
de tu destrozada y descoyuntada Humanidad; y silenciosos
esperan también una palabra tuya... Tu misma
Humanidad, que yace en un océano de dolores entre los
atroces espasmos de la agonía, permanece silenciosa,
tanto que se teme que de un respiro a otro Tú mueras...
¿Qué más? Los mismos pérfidos judíos, los despiadados
verdugos, que hasta hace poco te ultrajaban y te escarnecían
llamándote impostor y malhechor; los ladrones que
te blasfemaban..., todos callan, enmudecen. El remordimiento
los invade, y si algún insulto se esfuerzan por lanzarte,
les muere en los labios...
Pero penetrando en tu interior, veo que el amor se
acrecienta, te ahoga y no puedes contenerlo, y obligado
por tu amor que te atormenta más que las mismas penas,
con voz fuerte y conmovedora hablas como el Dios que
eres, levantas tus agonizantes ojos al Cielo y clamas:
“¡PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO
QUE HACEN!” Y de nuevo te quedas en silencio, inmerso
en tus penas inauditas...
Crucificado Bien mío, ¿es posible tanto amor? ¡Ah,
después de tantas penas e insultos, la Primera Palabra es
de perdón, y de tantos pecados nos excusas ante el Padre!
Ah, esta Palabra la haces descender en cada corazón después
de la culpa, y Tú eres el primero en ofrecer el perdón...
Pero cuántos lo rechazan y no lo aceptan; y tu amor
entonces da en delirio, porque Tú quieres dar a todos el
perdón y el beso de paz...
A esta Palabra tuya tiembla el infierno y te reconoce
como Dios... La naturaleza y todos quedan atónitos y
reconocen tu Divinidad, tu inextinguible amor, y silenciosos
esperan para ver hasta dónde llega. Y no sólo tu voz,
sino también tu Sangre y tus llagas gritan a cada corazón
después del pecado: “Ven a mis brazos, que te perdono; y
el sello del perdón es el precio de mi Sangre.”
Oh amable Jesús mío, repite de nuevo esta Palabra a
cuantos pecadores hay en el mundo. Implora misericordia
para todos, aplica los méritos infinitos de tu preciosísima
Sangre a todos, a todos... Oh buen Jesús, continúa aplacando
a la Divina Justicia y concede la gracia a quien,
hallándose en el momento de tener que perdonar, no siente
la fuerza...
Jesús mío, Crucificado adorado, en estas tres horas de
amarguísima agonía Tú quieres dar cumplimiento a todo;
y mientras permaneces silencioso en la Cruz, veo que en
tu interior quieres satisfacer en todo y por todo al Padre.
Por todos le agradeces, por todos lo satisfaces, por todos
pides perdón, y para todos impetras la gracia de que ya
nunca más te ofendan. Y para obtener esto del Padre,
resumes toda tu Vida, desde el primer instante de tu Concepción
hasta tu último respiro... Jesús mío, Amor interminable,
déjame que también yo recapitule toda tu Vida
junto contigo y con la inconsolable Mamá...
Dulce Jesús mío, te doy las gracias por tantas espinas
que han traspasado tu adorable cabeza, por las gotas de
Sangre que de ellas has derramado, por los golpes que en
ella has recibido y por los cabellos que te han arrancado...
Y te doy las gracias por todo el bien que has hecho e impetrado
para todos, por las luces y las buenas inspiraciones
que a todos nos has dado, y por cuantas veces has perdonado
nuestros pecados de pensamientos malos, de soberbia,
de orgullo y de estima propia. Te pido perdón en nombre
de todos, oh Jesús mío, por cuantas veces te hemos
coronado de espinas, por cuantas gotas de sangre te hemos hecho derramar de tu sacratísima cabeza y por todas las
veces que no hemos correspondido a tus inspiraciones.
Por todos estos dolores que has sufrido te suplico, oh
Jesús, la gracia de no volver a cometer nunca más pecados
de pensamiento... Quiero además ofrecerte todo lo que Tú
mismo sufriste en tu santísima cabeza, para darte toda la
gloria que todas las criaturas te habrían dado si hubieran
hecho uso de su inteligencia según tu Voluntad.
Adoro, oh Jesús mío, tus sacratísimos ojos... Y te doy
las gracias por todas las lágrimas y la sangre que han
derramado, por las crueles punzadas de las espinas, por
los insultos, befas y burlas soportados durante toda tu
Pasión. Te pido perdón por todos los que se sirven de la
vista para ofenderte y ultrajarte, suplicándote, por los
dolores sufridos en tus santísimos ojos, que nos concedas
la gracia de que nadie más te ofenda con malas miradas...
Y quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo padeciste en tus
santísimos ojos, para darte toda la gloria que las criaturas
te habrían dado si sus miradas hubieran estado fijas solamente
en el Cielo, en la Divinidad y en ti, Jesús mío.
Adoro tus santísimos oídos... Y te doy las gracias por
todo lo que sufriste mientras aquellos malvados te aturdían con gritos e injurias, estando sobre el Calvario. Te pido
perdón en nombre de todos por cuantas malas conversaciones
se escuchan, y te ruego que los oídos de todos los
hombres se abran a la Verdad Eterna, a la voz de la
Gracia, y que ninguno más te ofenda con el sentido del
oído... Y quiero ofrecerte igualmente todo lo que Tú
mismo sufriste en tus sacratísimos oídos, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si de este sentido
siempre hubieran hecho uso según tu Voluntad.
Adoro y beso tu santísimo Rostro, oh Jesús mío... Y te
doy las gracias por cuanto sufriste por los salivazos, por
las bofetadas y por las burlas recibidas y por todas las
veces que te dejaste pisotear por tus enemigos. En nombre
de todos te pido perdón por cuantas veces se tiene la
osadía de ofenderte, suplicándote, por esas bofetadas y
salivazos recibidos, que hagas que tu Divinidad sea por
todos reconocida, alabada y glorificada... Es más, oh
Jesús mío, quiero ir yo misma por todo el mundo, de
oriente a occidente y de norte a sur, para reunir a todas las
voces de las criaturas y convertirlas en otros tantos actos
de alabanza, de amor, de adoración... Y quiero, oh Jesús
mío, traer a ti todos los corazones de las criaturas para
que puedas derramar en todos luz y verdad, amor y compasión
de tu Divina Persona; y mientras das el perdón a
todos, te ruego que no permitas que ninguno más te ofenda...
y si fuera posible, aun a costa de mi sangre. Quiero
ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísimo
Rostro, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si ninguna se hubiera atrevido a ofenderte.
Adoro tu santísima boca... Y te doy las gracias por tus
primeros llantos, por la leche que mamaste, por todas las
palabras que dijiste, por cuantos besos encendidos de
amor diste a tu Santísima Madre, por el alimento que
tomaste, por la amargura de la hiel y por la sed ardiente
que padeciste en la Cruz y por las plegarias que elevaste
al Padre. Y te pido perdón por cuantas murmuraciones y conversaciones pecaminosas y mundanas se hacen y por
cuantas blasfemias son pronunciadas por las criaturas;
quiero ofrecerte además todas tus santas palabras, en
reparación por sus palabras no buenas. Quiero ofrecerte
la mortificación de tu gusto para reparar sus gulas y todas
las ofensas que se te hacen con el mal uso de la lengua. Y
quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísima
boca, para darte toda la gloria que las criaturas te
habrían dado si ninguna hubiera osado ofenderte con el
sentido del gusto y abusado de la lengua.
Oh Jesús, te doy las gracias por todo y a nombre de
todos. A ti elevo un himno de agradecimiento eterno e
infinito... Quiero ofrecerte, oh Jesús mío, todo lo que has
sufrido en tu sacratísima Persona, para darte toda la gloria
que te habrían dado todas las criaturas si hubieran uniformado
su vida a la tuya.
Te doy las gracias, oh Jesús, por todo lo que has sufrido
en tus santísimos hombros, por cuantos golpes has
recibido, por cuantas llagas te has dejado abrir en tu
sacratísimo cuerpo y por cuantas gotas de tu sangre has
derramado. Te pido perdón en nombre de todos, por todas
las veces en que, por amor a las comodidades, te han
ofendido con placeres ilícitos y pecaminosos. Te ofrezco
tu dolorosa flagelación para reparar por todos los pecados
cometidos con todos los sentidos, por el amor a los propios
gustos, a los placeres sensibles, al propio “yo” y a
todas las satisfacciones naturales... Quiero también ofrecerte
todo lo que has sufrido en tus hombros, para darte
toda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubieran en todo tratado de agradarte sólo a ti y de refugiarse a la
sombra de tu divina protección.
Jesús mío, beso tu pie izquierdo... Y te doy las gracias
por todos los pasos que diste en tu vida mortal y por cuantas
veces cansaste tus santos miembros para ir en busca de
almas para conducirlas a tu Corazón; y te ofrezco, oh
Jesús mío, todas mis acciones, mis pasos y movimientos,
con la intención de ofrecerte reparación por todo y por
todos. Te pido perdón por todos aquellos que no obran con
recta intención. Uno mis acciones a las tuyas para que las
mías sean divinizadas por las tuyas, y te las ofrezco unidas
a todas las obras que hiciste con tu santísima Humanidad,
para darte toda la gloria que te habrían dado todas las criaturas
si hubieran obrado santamente y con fines rectos.
Te beso, oh Jesús mío, el pie derecho... Y te doy las
gracias por todo cuanto has sufrido y sufres por mí, especialmente
en esta Hora en que estás suspendido en la
Cruz... Te doy las gracias por el desgarrador trabajo que
te hacen los clavos en tus llagas, las cuales se abren cada
vez más, con el peso de tu sacratísimo cuerpo. Te pido
perdón por todas las rebeliones y desobediencias que cometen
las criaturas, ofreciéndote los dolores de tus pies
santísimos en reparación por estas ofensas, para darte
toda la gloria que las criaturas te habrían dado si en todo
se hubieran mantenido sujetas a ti.
Oh Jesús mío, beso tu santísima mano izquierda... Y te
doy las gracias por todo lo que has sufrido por mí, y por
cuantas veces has aplacado a la Divina Justicia satisfaciendo
por todos.
Beso tu mano derecha... Y te doy las gracias por todo
el bien que has obrado y que obras para todos, especialmente
te doy las gracias por las Obras de la Creación, de
la Redención y de la Santificación. En nombre de todos te
pido perdón por cuantas veces hemos sido desagradecidos
e ingratos entre tantos beneficios tuyos, y por tantas
obras nuestras hechas sin la recta intención de agradarte.
Y en reparación por todas estas ofensas quiero ofrecerte
toda la perfección y la santidad de tus obras, para darte
toda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubieran
correspondido a todos esos beneficios.
Oh Jesús mío, beso tu Sacratísimo Corazón... Y te doy
las gracias por todo lo que has sufrido, deseado y ardientemente
anhelado por amor de todos y de cada uno en
particular... Y te pido perdón por tantos malos deseos,
afectos y tendencias malas... Perdón, oh Jesús, por tantos
que posponen tu amor al amor de las criaturas. Y para
darte la gloria que todos te hemos negado, te ofrezco todo
lo que ha hecho y lo que continúa haciendo tu adorabilísimo Corazón.
LAS HORAS DE LA PASIÓN.
LUISA PICARRETA
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