sábado, 17 de marzo de 2018

Primera hora de agonía en la Cruz. La Primera Palabra

DE LAS 12 A LA 1 DE LA TARDE 
VIGÉSIMA HORA 

Primera hora de agonía en la Cruz 
La Primera Palabra 



Crucificado Bien mío, te veo sobre la Cruz como en tu trono de triunfo, en acto de conquistar todo y a todos los corazones, y de atraerlos tanto a ti, que todos puedan sentir tu sobrehumano poder... La naturaleza, horrorizada ante tan gran delito, se postra ante ti y espera silenciosa una palabra tuya para rendirte homenaje y hacer que tu dominio sea reconocido. El sol lloroso retira su luz, no pudiendo sostener tu vista, demasiado dolorosa. El infierno siente terror y, silencioso, espera... De modo que todo es silencio... 

Tu traspasada Mamá, tus fieles, permanecen todos mudos y petrificados ante la vista, ay, demasiado dolorosa, de tu destrozada y descoyuntada Humanidad; y silenciosos esperan también una palabra tuya... Tu misma Humanidad, que yace en un océano de dolores entre los atroces espasmos de la agonía, permanece silenciosa, tanto que se teme que de un respiro a otro Tú mueras... 

¿Qué más? Los mismos pérfidos judíos, los despiadados verdugos, que hasta hace poco te ultrajaban y te escarnecían llamándote impostor y malhechor; los ladrones que te blasfemaban..., todos callan, enmudecen. El remordimiento los invade, y si algún insulto se esfuerzan por lanzarte, les muere en los labios... Pero penetrando en tu interior, veo que el amor se acrecienta, te ahoga y no puedes contenerlo, y obligado por tu amor que te atormenta más que las mismas penas, con voz fuerte y conmovedora hablas como el Dios que eres, levantas tus agonizantes ojos al Cielo y clamas: “¡PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!” Y de nuevo te quedas en silencio, inmerso en tus penas inauditas... 

Crucificado Bien mío, ¿es posible tanto amor? ¡Ah, después de tantas penas e insultos, la Primera Palabra es de perdón, y de tantos pecados nos excusas ante el Padre! Ah, esta Palabra la haces descender en cada corazón después de la culpa, y Tú eres el primero en ofrecer el perdón... Pero cuántos lo rechazan y no lo aceptan; y tu amor entonces da en delirio, porque Tú quieres dar a todos el perdón y el beso de paz... 

A esta Palabra tuya tiembla el infierno y te reconoce como Dios... La naturaleza y todos quedan atónitos y reconocen tu Divinidad, tu inextinguible amor, y silenciosos esperan para ver hasta dónde llega. Y no sólo tu voz, sino también tu Sangre y tus llagas gritan a cada corazón después del pecado: “Ven a mis brazos, que te perdono; y el sello del perdón es el precio de mi Sangre.” 

Oh amable Jesús mío, repite de nuevo esta Palabra a cuantos pecadores hay en el mundo. Implora misericordia para todos, aplica los méritos infinitos de tu preciosísima Sangre a todos, a todos... Oh buen Jesús, continúa aplacando a la Divina Justicia y concede la gracia a quien, hallándose en el momento de tener que perdonar, no siente la fuerza... 

Jesús mío, Crucificado adorado, en estas tres horas de amarguísima agonía Tú quieres dar cumplimiento a todo; y mientras permaneces silencioso en la Cruz, veo que en tu interior quieres satisfacer en todo y por todo al Padre. Por todos le agradeces, por todos lo satisfaces, por todos pides perdón, y para todos impetras la gracia de que ya nunca más te ofendan. Y para obtener esto del Padre, resumes toda tu Vida, desde el primer instante de tu Concepción hasta tu último respiro... Jesús mío, Amor interminable, déjame que también yo recapitule toda tu Vida junto contigo y con la inconsolable Mamá... 

Dulce Jesús mío, te doy las gracias por tantas espinas que han traspasado tu adorable cabeza, por las gotas de Sangre que de ellas has derramado, por los golpes que en ella has recibido y por los cabellos que te han arrancado... Y te doy las gracias por todo el bien que has hecho e impetrado para todos, por las luces y las buenas inspiraciones que a todos nos has dado, y por cuantas veces has perdonado nuestros pecados de pensamientos malos, de soberbia, de orgullo y de estima propia. Te pido perdón en nombre de todos, oh Jesús mío, por cuantas veces te hemos coronado de espinas, por cuantas gotas de sangre te hemos hecho derramar de tu sacratísima cabeza y por todas las veces que no hemos correspondido a tus inspiraciones. Por todos estos dolores que has sufrido te suplico, oh Jesús, la gracia de no volver a cometer nunca más pecados de pensamiento... Quiero además ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísima cabeza, para darte toda la gloria que todas las criaturas te habrían dado si hubieran hecho uso de su inteligencia según tu Voluntad. 

Adoro, oh Jesús mío, tus sacratísimos ojos... Y te doy las gracias por todas las lágrimas y la sangre que han derramado, por las crueles punzadas de las espinas, por los insultos, befas y burlas soportados durante toda tu Pasión. Te pido perdón por todos los que se sirven de la vista para ofenderte y ultrajarte, suplicándote, por los dolores sufridos en tus santísimos ojos, que nos concedas la gracia de que nadie más te ofenda con malas miradas... Y quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo padeciste en tus santísimos ojos, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si sus miradas hubieran estado fijas solamente en el Cielo, en la Divinidad y en ti, Jesús mío. 

Adoro tus santísimos oídos... Y te doy las gracias por todo lo que sufriste mientras aquellos malvados te aturdían con gritos e injurias, estando sobre el Calvario. Te pido perdón en nombre de todos por cuantas malas conversaciones se escuchan, y te ruego que los oídos de todos los hombres se abran a la Verdad Eterna, a la voz de la Gracia, y que ninguno más te ofenda con el sentido del oído... Y quiero ofrecerte igualmente todo lo que Tú mismo sufriste en tus sacratísimos oídos, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si de este sentido siempre hubieran hecho uso según tu Voluntad. 

Adoro y beso tu santísimo Rostro, oh Jesús mío... Y te doy las gracias por cuanto sufriste por los salivazos, por las bofetadas y por las burlas recibidas y por todas las veces que te dejaste pisotear por tus enemigos. En nombre de todos te pido perdón por cuantas veces se tiene la osadía de ofenderte, suplicándote, por esas bofetadas y salivazos recibidos, que hagas que tu Divinidad sea por todos reconocida, alabada y glorificada... Es más, oh Jesús mío, quiero ir yo misma por todo el mundo, de oriente a occidente y de norte a sur, para reunir a todas las voces de las criaturas y convertirlas en otros tantos actos de alabanza, de amor, de adoración... Y quiero, oh Jesús mío, traer a ti todos los corazones de las criaturas para que puedas derramar en todos luz y verdad, amor y compasión de tu Divina Persona; y mientras das el perdón a todos, te ruego que no permitas que ninguno más te ofenda... y si fuera posible, aun a costa de mi sangre. Quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísimo Rostro, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si ninguna se hubiera atrevido a ofenderte. 

Adoro tu santísima boca... Y te doy las gracias por tus primeros llantos, por la leche que mamaste, por todas las palabras que dijiste, por cuantos besos encendidos de amor diste a tu Santísima Madre, por el alimento que tomaste, por la amargura de la hiel y por la sed ardiente que padeciste en la Cruz y por las plegarias que elevaste al Padre. Y te pido perdón por cuantas murmuraciones y  conversaciones pecaminosas y mundanas se hacen y por cuantas blasfemias son pronunciadas por las criaturas; quiero ofrecerte además todas tus santas palabras, en reparación por sus palabras no buenas. Quiero ofrecerte la mortificación de tu gusto para reparar sus gulas y todas las ofensas que se te hacen con el mal uso de la lengua. Y quiero ofrecerte todo lo que Tú mismo sufriste en tu santísima boca, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si ninguna hubiera osado ofenderte con el sentido del gusto y abusado de la lengua. Oh Jesús, te doy las gracias por todo y a nombre de todos. A ti elevo un himno de agradecimiento eterno e infinito... Quiero ofrecerte, oh Jesús mío, todo lo que has sufrido en tu sacratísima Persona, para darte toda la gloria que te habrían dado todas las criaturas si hubieran uniformado su vida a la tuya. 

Te doy las gracias, oh Jesús, por todo lo que has sufrido en tus santísimos hombros, por cuantos golpes has recibido, por cuantas llagas te has dejado abrir en tu sacratísimo cuerpo y por cuantas gotas de tu sangre has derramado. Te pido perdón en nombre de todos, por todas las veces en que, por amor a las comodidades, te han ofendido con placeres ilícitos y pecaminosos. Te ofrezco tu dolorosa flagelación para reparar por todos los pecados cometidos con todos los sentidos, por el amor a los propios gustos, a los placeres sensibles, al propio “yo” y a todas las satisfacciones naturales... Quiero también ofrecerte todo lo que has sufrido en tus hombros, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubieran en todo tratado de agradarte sólo a ti y de refugiarse a la sombra de tu divina protección. 

Jesús mío, beso tu pie izquierdo... Y te doy las gracias por todos los pasos que diste en tu vida mortal y por cuantas veces cansaste tus santos miembros para ir en busca de almas para conducirlas a tu Corazón; y te ofrezco, oh Jesús mío, todas mis acciones, mis pasos y movimientos, con la intención de ofrecerte reparación por todo y por todos. Te pido perdón por todos aquellos que no obran con recta intención. Uno mis acciones a las tuyas para que las mías sean divinizadas por las tuyas, y te las ofrezco unidas a todas las obras que hiciste con tu santísima Humanidad, para darte toda la gloria que te habrían dado todas las criaturas si hubieran obrado santamente y con fines rectos. 

Te beso, oh Jesús mío, el pie derecho... Y te doy las gracias por todo cuanto has sufrido y sufres por mí, especialmente en esta Hora en que estás suspendido en la Cruz... Te doy las gracias por el desgarrador trabajo que te hacen los clavos en tus llagas, las cuales se abren cada vez más, con el peso de tu sacratísimo cuerpo. Te pido perdón por todas las rebeliones y desobediencias que cometen las criaturas, ofreciéndote los dolores de tus pies santísimos en reparación por estas ofensas, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si en todo se hubieran mantenido sujetas a ti. 

Oh Jesús mío, beso tu santísima mano izquierda... Y te doy las gracias por todo lo que has sufrido por mí, y por cuantas veces has aplacado a la Divina Justicia satisfaciendo por todos. 

Beso tu mano derecha... Y te doy las gracias por todo el bien que has obrado y que obras para todos, especialmente te doy las gracias por las Obras de la Creación, de la Redención y de la Santificación. En nombre de todos te pido perdón por cuantas veces hemos sido desagradecidos e ingratos entre tantos beneficios tuyos, y por tantas obras nuestras hechas sin la recta intención de agradarte. Y en reparación por todas estas ofensas quiero ofrecerte toda la perfección y la santidad de tus obras, para darte toda la gloria que las criaturas te habrían dado si hubieran correspondido a todos esos beneficios. 

Oh Jesús mío, beso tu Sacratísimo Corazón... Y te doy las gracias por todo lo que has sufrido, deseado y ardientemente anhelado por amor de todos y de cada uno en particular... Y te pido perdón por tantos malos deseos, afectos y tendencias malas... Perdón, oh Jesús, por tantos que posponen tu amor al amor de las criaturas. Y para darte la gloria que todos te hemos negado, te ofrezco todo lo que ha hecho y lo que continúa haciendo tu adorabilísimo Corazón.


LAS HORAS DE LA PASIÓN.
LUISA PICARRETA

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