miércoles, 14 de noviembre de 2018

Impresionante testimonio, de Judío a Católico

Caminé una mañana en medio de la naturaleza, solo, perdido en mis pensamientos cuando recibí la gracia más espectacular de mi vida, iba solamente caminando y de un momento a otro, la cortina que separa el cielo de la tierra desapareció y me encontré a mí mismo en la presencia de Dios.
Muy consientemente vi mi vida como la vería después de morir, viendo hacia atrás mi vida en la presencia de Dios, supe como me sentiría después de morir, sabía que las dos cosas de las que me arrepentiría después de morir serían:
1: Todo el tiempo y energía que había desperdiciado preocupándome por no ser amado, cuando todo el momento de mi existencia había estado en un océano de amor, mas grande de lo que jamas hubiera pensado que existiría, viniendo de este Dios que todo lo sabe y que todo es amor.
2: El otro arrepentimiento es cada hora que había desperdiciado haciendo cosas sin valor ante los ojos del cielo, vi que viviría para siempre eternamente y que cada acción que hacemos tiene un contenido morar que es observado y registrado y espera un balance y yo que había tenido este sentido de no tener un objetivo en la vida, pero cada momento había tenido la posibilidad de un acto moral.
Si hacemos las decisiones correctas seremos recompensados por toda la eternidad y si tu dejas que la oportunidad se te valla, será una oportunidad que se pierde para toda la eternidad.
Yo vi que todo aquello que me había pasado, había sido la cosa mas perfecta, que pudo haber sido arreglada por un Dios que es todo amor y que todo lo sabe, no solo incluyendo aquellas cosas que me habían costado el mayor sufrimiento en aquel momento, sino especialmente esas cosas que me costaron el mayor sufrimiento en aquel momento..
Esta experiencia fue entrar en el conocimiento perfecto que Dios mismo, Dios, que creó todo lo que existe, que había creado la existencia en sí misma, no solamente me conocía por mi nombre, no solamente controlaba todo lo que me había pasado, sino que había sido lo más perfecto posible y me había estado poniendo atención, viendo sobre mí y cuidándome, importándole como me sentía en cada momento de mi existencia, como si yo fuera la única creatura que jamás hubiera creado, así que cualquier cosa que me hacía a mi feliz, de una manera muy real lo hacia a Él feliz, y todo lo que me hacía triste, me ponía triste, lo ponía a Él triste. Y esta es la parte más transformadora de esta experiencia.
Comprendí que el propósito y el sentido de mi vida era adorar y servir a mi señor, mi Dios y mi Maestro que se reveló él mismo a mi.

El pecado de impureza.

Vi al Señor Jesús atado a una columna, despojado de sus vestiduras y enseguida empezó la flagelación. Vi cuatro hombres que por turno azotab...