ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.
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SEGUNDA MEDITACIÓN
El segundo paso de la Divina
Voluntad
en la Reina del Cielo.
en la Reina del Cielo.
EL ALMA A SU INMACULADA REINA:
Heme aquí de nuevo en tus rodillas maternas para escuchar tus
lecciones. Mamá Celestial, esta pobre hija tuya se confía a tu potencia.
Conozco muy bien que soy muy pobre; pero ahora sé que Tú me amas
con amor materno; por eso, con confianza y fuerza me arrojo entre
tus brazos. Ten compasión de mí y hazme oir tu voz dulcísima y tus
sublimes lecciones. Mamá Santa, purifica mi corazón con tu ternura y
pon en él el celeste rocío de tus celestiales enseñanzas.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
Hija mía, escúchame, si tú supieras cuánto te amo, confiarías
mayormente en Mí y no dejarías escapar ni siquiera una sílaba de todo
lo que te digo.
Has de saber que no sólo te llevo escrita en mi Corazón, sino que
en él poseo una fibra especial para ti, por lo cual te amo más que una
madre.
Ahora quiero hacerte conocer el inmenso prodigio obrado en Mí
por el FIAT Supremo, para que tú, imitándome, puedas conseguir el
gran honor de llegar a ser no sólo mi hija querida, sino mi hija reina.
¡Oh, cómo mi Corazón inflamado de amor suspira por estar rodeado de
una noble legión de hijas reinas! Por tanto, escúchame, hija queridísima:
En cuanto el Querer Divino se vertió en mi principio humano para
impedir los tristes efectos de la culpa, la Divinidad se puso en fiesta
porque descubrió en Mí una humanidad pura y santa, tal como había sido
la del primer hombre. El FIAT Divino hizo entonces su segundo paso en Mí llevando este principio humano mío, por El mismo santificado y
purificado, ante la Divinidad, con el fin de que ella vertiera a torrentes
sobre mi pequeñez los tesoros de sus divinas gracias.
La Divinidad, descubriendo entonces en Mí su obra creadora bella
y casta, sonrió de complacencia y para mejor festejarme: El Padre
Celestial vertió en Mí mares de Potencia, el Hijo, mares de Sabiduría
y el Espíritu Santo, mares de Amor. Así que Yo fui engendrada en la
Luz interminable de la Divina Voluntad, entre esos mares Divinos.
Mi pequeñez, no pudiéndolos contener todos, formaba a su vez olas
altísimas para enviarlas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como
homenajes de ternura y de devoción. La Divinidad era todo ojos para
Mí, y para no dejarse vencer en amor, sonriéndome y acariciándome
me enviaba otros mares, los cuales me embellecían tanto que conferían
a mi pequeña humanidad la virtud de raptar a mi Creador, de modo
que entre Dios y Yo hubo siempre fiesta. ¡Nosotros no nos negábamos
nada!
¿Pero sabes tú quién me comunicaba esta fuerza raptora? ¡Era la
Divina Voluntad, cuya Vida reinaba en Mí! Poseyendo la misma fuerza
del Ser Supremo, Yo estaba en grado de competir con El, y, por tanto,
nos raptábamos recíprocamente con igual vigor.
Ahora, hija mía, escucha a tu Mamá: Has de saber que Yo te amo
muchísimo y quisiera ver tu alma llena de mis mismos mares. Estos
mares míos son desbordantes y quieren verterse en ti, pero para lograrlo
se necesita que tú te despojes de tu querer humano, a fin de que el Querer
Divino pueda hacer su segundo paso en ti y pueda constituirse principio
de vida de tu alma, raptando así tú la atención del Padre Celestial, del
Hijo y del Espíritu Santo, los Cuales verterán también en ti sus mares
de amor. Pero para esto, Ellos quieren encontrar en ti su mismo Querer,
porque de otra manera no podrán confiar a tu voluntad humana sus
indecibles tesoros de Potencia, de Sabiduría, de Amor y de Belleza...
Hija queridísima, escucha a tu Mamá, pon las manos en tu
corazón, confíame tus secretos y dime: ¿Cuántas veces te has sentido
infeliz, torturada, amargada... y por qué todo esto? Porque has hecho
tu voluntad, y en esta forma has rechazado a la Divina y has caído en
el laberinto de todos los males. Ella quería hacerte pura y santa, feliz y
bella, con una belleza encantadora; en cambio tú, al hacer tu voluntad
la cambiaste y, con su dolor, la echaste fuera de tu alma, que es su
habitación predilecta.
Escucha, hija de mi Corazón, Yo sufro al descubrir en ti no el Sol
del FIAT Divino sino las densas tinieblas de la noche de tu voluntad
humana. Pero... ten valor, si tú me prometes confiarme tu voluntad,
Yo que soy tu Mamá Celestial, te tomaré entre mis brazos, te pondré
sobre mis rodillas y haré surgir en ti la Vida de la Divina Voluntad, y tú, finalmente, después de tantas lágrimas mías, formarás mi sonrisa
y mi fiesta, fiesta y sonrisa que serán también de la misma Trinidad
Sacrosanta.
EL ALMA:
Mamá Celestial, puesto que soy tan querida para ti, nunca
permitas que yo me baje de tus rodillas maternas. Cuando veas que
estoy por hacer mi voluntad vigila sobre mi pobre alma, enciérrame en
tu Corazón y con la fuerza de tu amor obliga al Divino Querer a triunfar
en mí. Sólamente así me será dado cambiar tus lágrimas en sonrisas de
complacencia.
PRACTICA:
Para honrarme, vendrás tres veces sobre mis rodillas para
entregarme tu querer y me dirás: “Mamá, quiero que mi voluntad sea
Tuya, dame a cambio la Voluntad Divina.”
JACULATORIA:
Soberana Reina, con tu imperio divino abate mi querer, a fin de
que surja en mí el alba de la Divina Voluntad.
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