Todos somos miserables, el tema es reconocerlo y entregarle nuestras miserias a Dios.
dice San Pablo en 1Corintios 1,28-29: Y lo vil del mundo y lo despreciado ha escogido Dios, y aún lo que no es, para destruir lo que es; a fin de que delante de Dios no se gloríe ninguna carne.
Es bueno ir ante Dios, ante el Sagrario o al Santísimo y con humildad de corazón decirle, acá estoy Señor, no soy nada, Vos lo sos todo, todo lo que tengo te lo debo a Vos, toma mis miserias, mis debilidades, mis caídas, mis fracasos, mis frustraciones, tomalas Señor y usalas como quieras. Vos te Glorias en mi debilidad, en mi miseria, en mi nada!
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