domingo, 11 de marzo de 2018

Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes. Las horas de la Pasión

DE LAS 7 A LAS 8 DE LA MAÑANA 
DECIMOQUINTA HORA 

Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes 





Encadenado bien mío, tus enemigos, unidos a los sacerdotes, te presentan ante Pilatos; y ellos, con aparente santidad y escrupulosidad, y teniendo que festejar la Pascua, permanecen fuera, en el atrio... Y Tú, amor mío, viendo en el fondo su malicia, reparas por todas las hipocresías de los que son piadosos. Y también yo reparo contigo. Pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos, por el contrario, empiezan a acusarte ante Pilatos, vomitando todo el veneno que tienen contra ti... Pero Pilatos, mostrándose insatisfecho ante las acusaciones que te hacen, y para poderte condenar con motivo, te llama aparte y a solas te examina y te pregunta: “¿Eres Tú el Rey de los judíos?” Y Tú, Jesús, verdadero rey mío, le respondes: “Mi Reino no es de este mundo; de lo contrario, miles de legiones me defenderían.” Y Pilatos, conmovido por la suavidad y la dignidad de tus palabras, sorprendido te dice: “¿Cómo, Tú eres Rey?” Y Tú: “Yo lo soy, como tú dices, y para esto he venido al mundo: a enseñar la Verdad.” Y él, sin querer saber más y convencido de tu inocencia, sale a la terraza y dice: “Yo no encuentro culpa alguna en este Hombre.” 

Los judíos, enfurecidos, te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas por las debilidades de los jueces cuando se encuentran ante los poderosos y sus injusticias, y rezas por los inocentes, oprimidos y abandonados. 

Entonces Pilatos, viendo el furor de tus enemigos y para desentenderse, te envía a Herodes... 

Rey mío divino, quiero repetir tus plegarias, tus reparaciones y. quiero acompañarte hasta Herodes... Veo que tus enemigos, enfurecidos, quisieran devorarte y te llevan entre insultos, burlas y befas, haciéndote así llegar ante Herodes; el cual, en actitud soberbia te hace varias preguntas, pero Tú no le respondes, ni siquiera lo miras... Y él, irritado al no verse satisfecho en sus preguntas y sintiéndose humillado por tu prolongado silencio, declara a todos que Tú eres un loco, un demente; y ordena que como tal seas tratado; y para deshonrarte y despreciarte hace que seas vestido con una vestidura blanca y te entrega a la soldadesca para que te haga lo peor que pueda... 

Inocente Jesús mío, nadie encuentra culpa en ti, sino sólo los judíos, pues por su falsa e hipócrita apariencia de religiosidad ¡no merecen que resplandezca en sus mentes la luz de la verdad! Jesús mío, Sabiduría infinita. ¡Cuánto te cuesta ser declarado loco! Los soldados, abusando de ti, te arrojan al suelo; te pisotean, te cubren de salivazos, te escarnecen, te apalean con bastones... y recibes tantos golpes que te sientes morir. Son tantas y tales las penas, los oprobios y las humillaciones que te hacen, que los ángeles lloran y con sus alas se cubren el rostro para no verlas... 

Y yo también, mi loco Jesús, quiero llamarte loco, pero loco de amor... y es tan grande tu locura de amor que en vez de desfallecer, rezas y reparas por las ambiciones de los gobernantes que ambicionan reinos para ruina de los pueblos; por las destrucciones que provocan, por toda la sangre que hacen derramar, por sus caprichos, por todos los pecados de curiosidad y por las culpas que se cometen en los juzgados y en la milicia. 

¡Oh Jesús mío, qué conmovedor es verte en medio de tantos ultrajes orando y reparando! Tus palabras resuenan en mi corazón y sigo lo que Tú haces... 

Déjame ahora que me ponga a tu lado y que tome parte en tus penas y te consuele con mi amor. Y alejando de ti a tus enemigos, te tomo entre mis brazos y para darte fuerzas y besarte la frente... 

Dulce amor mío, veo que no te dan reposo y que Herodes te envía nuevamente a Pilatos... Si la venida ha sido dolorosa, más trágico será el regreso, pues veo que los judíos están más enfurecidos que antes y están resueltos a hacerte morir a cualquier precio. Por eso, antes que salgas del Palacio de Herodes quiero besarte para testimoniarte mi amor en medio de tantas penas. Tú fortifícame con tu beso y con tu bendición y así te seguiré de nuevo ante Pilatos..

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