miércoles, 5 de julio de 2017

Testimonio de una confesión

Una persona que pasó varios años sin confesarse nos cuenta su testimonio, como es un poco largo y tiene detalles que no se pueden perder, lo ponemos en dos partes.

La primer parte, es el testimonio de la confesión, antes durante y después.

La segunda parte del testimonio es la confirmación de la confesión a través de un sueño.

TESTIMONIO, PRIMER PARTE:

Estuve ocho años sin confesarme, en todo ese tiempo nunca dejé de ir a Misa, no tomaba la comunión, por lo tanto también estuve ocho años sin tomar la comunión. Ya a los últimos años comencé a sentir que caminaba sobre un hilo muy delgado y que si se rompía me caía al abismo, me perdía, me condenaba para siempre, yo sentía que me estaba perdiendo! Sabía que si ese día me moría, no me salvaba.

Un día de repente, me empecé a sentir muy mal, era un jueves a la noche, esas cosas que nunca más te olvidás, me fui a mi pieza y me senté en el suelo, sentía que me hundía en un pozo, era muy real, era tan real que le gritaba a Dios que me ayudara, pero cuanto más le pedía que me ayudara más sentía que me hundía, era un pozo muy hondo y cada vez me iba más abajo, llegué a pensar que no iba a poder salir nunca más de ahí, era ¡desesperante!. Le seguía gritando a Dios, ¡Ayudame Dios, por favor! ¡Ayudame, quiero ser feliz!.

Muchas veces le grité y le imploré, ¡ayudame, quiero ser feliz! De repente, escucho una voz que me dice: "¿Querés ser feliz? Andá y confesate" Enseguida me paré como si nada, me levanté y me fui a buscar un examen de conciencia, lo hice y anoté mis pecados en una hoja, como eran tantos, me los podía olvidar.

Al otro día me levanté muy contenta. ¡Me iba a confesar!, era un viernes a la mañana. Me fui al lugar más seguro, a la catedral, ya que ahí confesaban todos lo días por la mañana, me tomé el colectivo y fui. Al llegar, no estaba el sacerdote, voy a preguntar a la secretaría y me dicen que hoy no iva el sacerdote. Está bien, me dije, me voy a otro lado.

Me tomo el colectivo y me voy a una capilla cerca de mi casa, cuando llego, estaba cerrada con reja, está bien, dije, no voy a pensar, voy a ir a otra Iglesia que es más grande y ahí seguro va a estar abierta y van a estar confesando. De nuevo me tomé el colectivo y además el tren.

Llego y... No solo estaba cerrada, sino que además tenía un candado ENORME. Está bien, las voces que estaba tratando de silenciar, ya nos las podía callar más y entonces ahí, el enemigo comenzó a hablarme:

-¡Ah! ¡Dios te cerró la puerta, ya no te va a perdonar! ¡ESTAS CONDENADA! ¡Dios no te perdona, Dios no te quiere, te va a mandar al infierno!

Esas palabra se me repetían muy fuerte en mi cabeza y eran tantas que me las empecé a creer, me fui llorando al tren mientras el enemigo me seguía hablando, y yo lo escuchaba, su voz era sarcástica, mi cabeza me estaba estallando, ya no aguantaba más... Todo el tiempo me decía: ¡estás condenada! ¡estas condenada! ¡ya no hay oportunidad! ¡Dios te cerró la puerta!

Hasta que apareció otra voz llena de paz que me decía:

-¡El que busca encuentra!

Todo el viaje en mi cabeza era:

-¡Dios te cerró la puerta, estás condenada
-¡El que busca encuentra!

Al escuchar, el que busca encuentra, se me vino el recuerdo de una Iglesia a la que habia entrado "de casualidad" dos días antes, y había visto "de casualidad" los horarios de confesión. Y me acordé que ahí confesaban por la tarde de 17 a 19hs. Era el medio día y como mi cabeza me estallaba, me acosté y me levanté al horario.

Me fui temprano para la Iglesia, para llegar antes y no esperar, me tomé el colectivo y el tren y llegué cinco minutos antes de las 17hs.

Llegué y en el confesionario no había nadie, pero claro, faltaban 5 minutos todavía, esperé y los 5 minutos se hicieron las 17hs y luego las 17:10, las 17:20, las 17:30 y no aparecía nadie, comenzaron otra vez las voces del enemigo, ¡te vas a condenar!, ¡te vas a condenar!, ¡te vas a condenar!. Entonces me dije, listo! Estoy perdida, me voy!

Antes de poder moverme para irme, se apareció un hombre de la nada que me dice: "Te veo nerviosa", le digo, ¡Sí! porque quiero confesarme y no hay nadie! Me voy!!!. Y me dijo, esperá, ya va a aparecer alguien, y me empezó a contar la historia de su vida y así me entretuvo media hora más, como no aparecía el sacerdote, me dice, esperá que lo voy a buscar. Se fue y al rato viene y me dice, ahora viene el sacerdote.

Esperé un rato y ¡al fin apareció!. Estaba muy nerviosa!! Lo primero que se me vino a la mente es: ¡Uh! ahora me va a preguntar cuánto hace que no me confieso y cuando le diga ocho años ¡me va a retar!

Entré al confesionario, me senté y... lo primero que me preguntó es... ¿CUÁNTO HACE QUE NO TE CONFESÁS? Le contesté muy bajito: ¡ocho años!
La cara del sacerdote se iluminó, hizo una sonriza taaann GRANDE que no le entraba en la cara, era tan extraña su sonriza y de tanta felicidad, que yo vi a Dios Padre que me sonreía, era Él, vi el rostro de Dios!!! Mientras me sonreía el sacerdote me decía: ¡Que bueno que volviste a casa, no te vallas nunca más!

Saqué mi hoja con los pecados y comencé a decírselos, pero cada vez que decía uno, no me dejaba terminar, me cortaba y me decía: ¡Que bueno que volviste a casa! Y así toda la confesión, no me dejaba decir nada, sólo se sonreía y me decía: ¡QUE BUENO QUE VOLVISTE A CASA!

Luego de decir los pecados, me absolvió y me fui, cuando salí del confesionario estaba el señor que me había estado hablando, esperándome, se me acercó y me dió un rosario y desapareció. (yo creo que fue un ángel, porque si no era por él, me hubiese ido)

Cuando salí de la Iglesia para ir a mi casa, empecé a tener una sensación de que flotaba, y era ¡tan real!, que sentía verguenza por si alguien me veía caminando raro. ¡Flotaba! Mi cuerpo estaba tan liviano que parecía que caminaba sobre nubes, ¡era real!.
Ahí entendí que me había sacado una mochila muy pesada y me di cuenta que en verdad el pecado ¡tiene peso!
¡Qué felicidad tenía, era inexplicable, me sentía tan feliz y tan liviana y la sensación de flotar era tan linda que ni siquiera quería que la gente se me acercara, porque sentía que me iban a ensuciar, ¡no queria volver al mundo!

En ese momento se me vino un pensamiento: "Hay más felicidad en el cielo por un pecador que se convierte que por mil justos que no lo necesitan". Y tuve la sensación literal de que en el cielo ¡estaban haciendo fiesta por mí! Miraba al cielo y casi que podía verlos festejandon y felices. También pensaba, cuántas oraciones de personas que no conocía me habían alcanzado la gracia para poder llegar al confesionario.

Hay muchas personas anónimas que oran por nosotros y ni lo sabemos, y ahí estuvieron las oraciones y sacrificios de tantas personas para que no me perdiera. Eso es la comunión de los santos. ¡Qué importante es orar por otros! Cuando estemos en el cielo, nos vamos a dar cuenta cómo nuestra oración por otros sirvió para alcanzarlos. Cuánta gloria se da a Dios orando por otros. Cuánta alegría se da al Corazón de Jesús dándole almas.

Llegué a mi casa muy ¡feliz! Nueva, era otra persona, me vinieron las ganas de ir a Misa todos los días y de confesarme mas seguido. Y sí, comencé a ir a Misa todos los días y me confesaba una vez a la semana.

Al otro día cuando me despierto, escucho una frase en la cabeza que decía: "He despertado en el redil no se como" y me dije, bueno. A medida que pasaba el día la la frase se me repetía una y otra vez, yo no le daba importancia y ahí seguía, hasta que dije: ¡bueno Dios! ¡yo no sé lo que es redil! Y la frase desapareció.

Al otro día cuando me despierto se me aparece la frase pero esta vez con melodía, entonces dije: ¡Ah!  esa es una canción y la conozco. Hacía 8 años que tampoco escuchaba música, asi que tuve que buscarla porque ni sabía que decía, sólo me acordaba de la melodia. La encontré y cuando la escuché y llegué a la parte del estribillo fue muy grande mi sorpresa! El estribillo decía: "Y se alegra tanto de que allá vuelto a casa" ¡Wow! eso es lo que me decía el sacerdote, me dije y entendí que era Dios el que me lo estaba diciendo. Que Dios se alegraba por mi vuelta a casa. La sigo escuchando y decía: "Que no piense, que descance, que no pasa nada, y dormido en su regazo lo he sabido, tengo vida tengo dueño y soy querido"

Cuando escucho la canción toda entera, me doy cuenta que describía todo lo que me había pasado, antes y durante la confesión, y me di cuenta que era el hijo pródigo que volvía y Dios me hacía una ¡fiesta!

Una parte de la canción decía: ¡Que no piense que descance, que no pasa nada". A ese "detallito" de ¡QUE NO PIENSE! No le hice caso y ahí es donde viene la otra parte del testimonio.

Nos vemos en la segunda parte.

¡Dios te bendiga!

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