lunes, 5 de marzo de 2018

Jesús es presentado ante Anás. Las Horas de la Pasión

DE LAS 2 A LAS 3 DE LA MAÑANA 
DÉCIMA HORA 

Jesús es presentado a Anás



Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar contigo en casa de Anás... 

Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y sobre tus discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes: “Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me han escuchado. “A estas dignas palabras tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido tu rostro santísimo. 

Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has despertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte. Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por tu amor. Te compadezco por este ultraje, y unida a ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes y por las murmuraciones. 

Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe. También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso tu corazón y en él continúo mi sueño. 

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