DE LAS 2 A LAS
3 DE LA MAÑANA
DÉCIMA HORA
Jesús es presentado a Anás
Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos
juntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en el
corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí,
me despiertas y me haces hallar contigo en casa de Anás...
Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga
sobre tu doctrina y sobre tus discípulos; y Tú, oh
Jesús, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes:
“Yo he hablado en público, y todos los que aquí están
me han escuchado. “A estas dignas palabras tuyas, todos
se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo,
queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con guante
de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear,
mientras se hace lívido tu rostro santísimo.
Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has
despertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en
este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen
en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas,
aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote,
no tienes en quien apoyarte. Jesús mío, te abrazo;
más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco
mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier
pena por tu amor. Te compadezco por este ultraje, y unida
a ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente
se desaniman, por aquellos que por temor no dicen
la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes
y por las murmuraciones.
Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a
Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y tú,
Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos
que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad;
y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe.
También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras
llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte
de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centinela
mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad.
Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso tu
corazón y en él continúo mi sueño.
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