DE LAS 12 DE LA NOCHE A LA
1 DE LA MAÑANA
OCTAVA HORA
La captura de Jesús
Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se aproximan
los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugándote
la sangre y reanimado por los consuelos recibidos.
Veo nuevamente a tus Apóstoles, a quienes llamas y los
amonestas y te los llevas contigo, y sales al encuentro de
tus enemigos, queriendo con esto reparar con tu prontitud
mi lentitud, mi desgana y mi pereza en obrar y en sufrir
por tu amor. Más, oh Jesús mío qué escena tan estrujante
veo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, el
cual, acercándose a ti y poniendo un brazo a tu hombro te
saluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desdeñas
el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y lo
estrechas a tu Corazón queriendo arrancarlo del infierno,
dándole muestra de nuevo amor...
Jesús mío, ¿cómo es posible no amarte? La ternura de
tu amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón a
amarte, y sin embargo, no te aman. Más, oh Jesús mío, en
este beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingimientos,
los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad,
y sobre todo en los sacerdotes. Tu beso, además,
declara que a ningún pecador, con tal que venga a ti humillado
y arrepentido, rehúsas perdonarlo.
Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced de
tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo lo
que quieran, yo también Jesús mío, me entrego a tus
manos, para que libremente puedas hacer de mí lo que
más te agrade. Y junto contigo quiero seguir tu Voluntad,
tus reparaciones y sufrir tus penas. Quiero estar siempre
en torno a ti para hacer que no haya ofensa que no te repare,
amargura que no endulce, salivazos y bofetadas que
recibas que no vayan seguidas por un beso y una caricia
mía...En tus caídas estarán siempre dispuestas mis manos
ayudarte para levantarte. De manera que, oh Jesús, siempre
quiero estar contigo, ni un solo minuto quiero dejarte
solo; y para estar más segura, introdúceme dentro de ti, y
así yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu Corazón y
en todo tu Ser para hacer que lo que Tú haces pueda
hacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y no
pasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte por
todo mi correspondencia de amor. Dulce Bien mío, a tu
lado estaré para defenderte, para aprender tus enseñanzas
y para numerar una por una todas tus palabras...¡Ah,
cómo me descienden dulces en mi corazón las palabras
que dirigiste a Judas: “Amigo, ¿a qué has venido?”. Me parece que a mí también me diriges las mismas palabras,
no llamándome amiga, sino con el dulce nombre de
Hija...”Hija, ¿a qué has venido?” Y yo te respondo:
“¡Jesús, a amarte!”...”¿A qué has venido?” me dices si
hago oración; “¿A qué has venido?”me repites desde la
Hostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro,
o si duermo...¡Qué hermoso reclamo para mí y para todas
las almas ¡ ¡Pero cuántos, a tu pregunta “A qué has venido?”
responden: ¡Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo no
escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pregunta”¿A
qué has venido?”responden con irse al infierno...¡Cuánto
te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomar
esas mismas sogas con que van a atarte tus enemigos,
para atar a estas almas y evitarte este dolor.
Y de nuevo oigo tu voz ternísima que ahora dice,
mientras sales al encuentro de tus enemigos: “¿A quién
buscáis?” y ellos responden: “A Jesús Nazareno”. Y Tú
les dices: “YO SOY”, los vuelves a llamar a la vida, y por
ti mismo te entregas en manos de tus enemigos. Y ellos,
pérfidos e ingratos, en vez de quedar humildemente postrados
a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad
y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos
encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan te
hacen caer por tierra, te pisotean, bajo sus pies, te arrancan
los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas,
sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de los
milagros, no se rinden, sino que además cada vez más se
obstinan...Con tus sogas y cadenas suplicas que sean
rotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con las
dulces cadenas de tu amor. Y a San Pedro, que quiere defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, lo
corriges amorosamente, y quieres reparar con esto las
obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y
que por excesivo celo caen en la culpa.
Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas parecen
añadir algo de más hermoso a tu persona. Tu frente se
hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus
mismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu
rostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capaz
de enamorar a tus mismos verdugos; con tus modos suaves
y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atreven
a ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes...
Oh Amor encadenado y atado. ¿Es que vas a permitir
que estando Tú atado por mí, para probar más que me
amas, yo, que soy tu pequeña hija, esté sin cadenas? ¡No,
no! Con tus manos santísimas átame con tus mismas
sogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso tu frente
divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos,
mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y que
ates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendo
las dulzuras de tus amorosas cadenas, no se atrevan a
ofenderte más.
Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y la
mente está cargada de sueño; voy a hacer lo más que
pueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende,
me quedo en Ti para seguir lo que haces Tú; es
mas, Tú mismo lo harás por mí en ti, Jesús mío, dejo mis
pensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respiración
para hacerte compañía, mis latido para que te digan siempre que te amo y para darte el amor que no te
dan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte y
para restituirte los honores y la estima que te quitarán con
los insultos, salivazos y bofetadas. Jesús mío, bendíceme;
y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en tu adorable
Corazón, para que por tus latidos, acelerados por el amor
o por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente y
así no quede interrumpida nunca nuestra compañía...
Las Horas de la Pasión.
Luisa Picarreta.
Facebook: @mundocatolicoMC
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