ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.
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DECIMA OCTAVA MEDITACION
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
Sol que nace y que asciende hacia los esplendores del medio día. El Verbo Eterno en medio de nosotros.
EL ALMA A SU MAMA REINA:
Dulcísima Mamá, mi pobre corazón siente la inmensa necesidad de confiar sus secretos a tu corazón materno. Escucha, Mamá: al considerar los grandes prodigios que obró en Ti el FIAT Divino, veo que no tengo fuerza para imitarte, pues soy pequeña y débil y la lucha tremenda de mi existencia no me deja más que un hilo de vida. Mamá, cómo quisiera volcar mi corazón en el tuyo para hacerte sentir las penas que me amargan y el temor que me tortura por no poseer la fuerza para cumplir la Divina Voluntad. Ten piedad de mí, escóndeme en tu Corazón y yo olvidaré todos mis males para tener presente únicamente el deber que tengo de vivir de Voluntad Divina.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
Hija querida, no temas, confía en tu Mamá, vuelca todo en mi Corazón y Yo tendré en cuenta todas las cosas, seré tu Mamá y no sólo cambiaré tus penas en luz, sino que además servirán para extender los confines del Reino de la Divina Voluntad en tu alma. Para lo cual haz ahora todo a un lado y escúchame, porque quiero hacerte conocer lo que obró mi pequeño Rey Jesús.
Conforme su Humanidad, unida hipostáticamente a la Divinidad, iba creciendo, mi seno materno se hacía más estrecho, oscuro y sin ninguna rendija por donde entrara la luz, así que Yo veía a mi Jesús inmóvil, envuelto en una noche profunda. ¿Sabes tú qué le formaba esta oscuridad tan intensa? Era la voluntad humana en la cual el hombre voluntariamente obraba; esto formaba dentro de El otros tantos abismos de tinieblas por cuantos pecados el hombre cometía y era en tal forma incapaz de hacer el bien.
Mi amado Jesús para poner en fuga las tinieblas de esta oscura noche, en la cual estaba el hombre metido y obraba, quedó prisionero en el seno de su Mamá y voluntariamente sufrió la inmovilidad de nueve meses.
Querida mía, ¿quién podrá describirte lo que mi pequeño Jesús sufrió estando en mi Seno encerrado? Sus penas fueron inauditas e indescriptibles, pues siendo Dios y hombre a un tiempo y dotado de plena razón, por puro amor hacía como a un lado los océanos infinitos de alegría, de felicidad, de luz de su Divinidad para sumergir a su Humanidad en los mares de tinieblas, de amarguras, de infelicidad y de miseria que le habían preparado las criaturas y que ahora El se las echaba en las espaldas como si fueran propias.
Hija mía, el verdadero amor nunca dice “basta”, no le importan las penas, sino que por medio de ellas busca al que ama y solamente está satisfecho cuando ofrece la propia vida para salvar la vida del amado.
Observa entonces el gran mal que haces cuando haces tu voluntad. No sólamente preparas la noche a tu Jesús y a ti, sino que también formas en ti mares de amargura, de infelicidad y de miseria que te confunden y de los cuales tú misma no sabes cómo salir. Por ésto, debes estar atenta, hazme feliz y repíteme muy a menudo que quieres vivir exclusivamente de la Voluntad del Señor.
El pequeño Jesús entre espasmos de amor se encontraba ya para salir a la luz; sus ansias, sus suspiros, sus ardientes deseos, que eran los de abrazar al hombre, de mostrarse a él y mirarlo para raptarlo en sí, no le daban descanso y así como un día El se había puesto a la vista a las puertas del Cielo para encerrarse en mi seno, así ahora, de este mi seno, que se había convertido en su cielo, El estaba como a la vista para venir en medio de las criaturas.
El sol del Verbo Eterno se disponía a levantarse en el horizonte al mundo, para luego formar su pleno medio día y así poner definitivamente fin a la noche, al alba y a la aurora con su esplendor incomparable.
Tu Mamá sentía que no podía contenerlo más dentro de Ella; mares de luz y de amor me inundaban... y como dentro de un mar de luz lo concebí, así dentro de un mar de luz nació de mi vientre.
Querida hija, para quien vive de Voluntad Divina todo es claridad y todo se convierte en luminosidad. Era en estos deslumbrantes esplendores donde Yo esperaba ansiosa de abrazar a mi Jesús. En cuanto salió a la luz, Yo sentí sus primeros respiros amorosos; luego el Angel del Señor Lo puso en mis brazos y Yo Lo estreché fuertemente, le di mi primer ternísimo beso de Madre y por vez primera recibí el suyo con emoción infinita.
EL ALMA:
Mamá Santa, ¡oh, cómo fuiste afortunada, Tú eres verdaderamente bendita entre las mujeres! ¡Ah, te pido, por las alegrías que tuviste al estrechar a Jesús en tu regazo y al ofrecerle tu primer beso, que me cedas por algunos momentos a tu Tesoro entre mis brazos, pues tengo prisa de prometerle solemnemente que lo quiero amar siempre y de asegurarle que no quiero conocer ninguna otra cosa en el mundo sino solamente a su adorable y Divina Voluntad!
PRACTICA:
Para honrarme vendrás a besar los piecitos al Niño Jesús, y para consolarlo le entregarás tu voluntad en sus manitas.
JACULATORIA:
Madre mía, encierra en mi corazón al Niño Jesús para que El reine en mí con su Divina Voluntad.
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