sábado, 5 de mayo de 2018

La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad. QUINTA MEDITACIÓN

ORACION A LA REINA DEL CIELO 
ANTES DE CADA MEDITACION 



Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.

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QUINTA MEDITACION

El quinto paso de la Divina Voluntad 
en la Reina del Cielo. 

El triunfo sobre la prueba. 




EL ALMA A LA VIRGEN: 

Soberana Reina, veo que me tiendes los brazos. Y yo corro, vuelo hacia ti para gozar tus abrazos y tus celestiales sonrisas. Mamá Santa, hoy tienes aspecto triunfante; tienes semblante de vencedora. Tú quieres narrarme la gloriosa victoria de tu prueba, ¿no es verdad? Yo te escucharé con mucha atención, con la gran esperanza de que también a mí me concedas la gracia de triunfar sobre todas las pruebas a las que el buen Dios quiera someterme. 


LECCION DE LA REINA DEL CIELO: 

¡Hija queridísima, oh cómo suspiro por confiarte mis secretos! Ellos me darán inmensa gloria y exaltarán aquel FIAT que fue la causa primaria de mi Inmaculada Concepción, de mi Santidad de mi Soberanía y Maternidad Divinas. Todas las sublimes prerrogativas por las cuales la Iglesia me honra tanto, no fueron otra cosa que los efectos de la Divina Voluntad que me dominaba, que reinaba y vivía en Mí. Es natural, por lo tanto, que Yo arda en deseos de hacer conocer a los hombres la maravillosa potencia del FIAT Divino que en Mí produjo privilegios y efectos tan admirables que dejó estupefactos al Cielo y a la tierra. 

Ahora escúchame, hija querida: Cuando el Ser Supremo me pidió mi querer humano, Yo comprendí el gran mal que la voluntad humana puede producir en el hombre, teniendo la capacidad de deshacer aun las obras más bellas del Creador. La criatura a causa de su propio querer es oscilante, débil, inconstante, desordenada... mientras que Dios, al crearla, la había unido a su Voluntad Divina para que ésta pudiera ser su fuerza, su primer movimiento, su sustento, su aliento, su vida. Así que al no recibir en nosotros esa Vida Divina, rechazamos los bienes y los derechos recibidos como don de Dios. ¡Oh, cómo comprendí bien la suma ofensa que el hombre hace a Dios y los males que se atrae a sí mismo! Tuve entonces pavor y horror de hacer mi voluntad, y justamente temí, pues ¿no había sido acaso también Adán creado por Dios, inocente y puro? Y con hacer su propia voluntad ¿en cuántos males no fue arrojado, arrastrando consigo a todas las generaciones? Presa entonces de terror y, más aún, de ternura ardiente hacia mi Creador, juré no hacer nunca mi voluntad. Y para estar más segura y testificar mayormente mi sacrificio a El, que tantos mares me había dado de gracia y tantos privilegios, tomé mi voluntad y la até a los pies del Trono Divino en homenaje continuo de amor y de sacrificio, afirmando que nunca me serviría de ella ni siquiera por un instante. 

Hija mía, tal vez a ti no te parezca grande el sacrificio que hice de vivir sin mi voluntad, pero te aseguro que no hay ninguno semejante al mío. Los sacrificios de toda la historia del mundo, comparados a éste, no son sino sombras. Sacrificarse un día, ahora sí, ahora no, es fácil; pero sacrificarse a cada instante y en cada acto, aun en el mismo bien que se quiere hacer, y durante toda la existencia, sin dar nunca vida a la voluntad propia es el sacrificio de los sacrificios, es el certificado y testimonio más grande de fidelidad, es el amor más puro, tejido por la misma Voluntad Divina que se puede ofrecer al Creador. Es tan grande esta oblación, que Dios no puede pedir nada más de la criatura, ni la criatura puede encontrar ninguna otra cosa mayor que ofrecerle que ésta.

 Ahora, hija querida, en cuanto hube hecho el don de mi voluntad a mi Señor, Yo me sentí triunfadora de la prueba que me había sido pedida, y Dios, a su vez, se sintió victorioso sobre mi voluntad humana. El esperaba la prueba de mi renuncia, ésto es, esperaba que un alma viviera sin voluntad propia para juntar nuevamente lo que el género humano había separado y poder así conceder a todos clemencia y misericordia. 

Y ahora, una palabra para ti, hija mía: ¡Oh, si tú supieras cómo anhelo verte vivir sin tu voluntad! Tú sabes que soy tu Madre y que la Mamá quiere ver feliz a su hija; pero ¿Cómo podrás serlo si no te decides a vivir como vivió tu Mamá? En cambio, si lo haces así, todo, todo te daré; me pondré a tu disposición y seré toda tuya. Hazme este bien y dame esta alegría de ver a una hija que viva toda de Voluntad Divina. 


EL ALMA: 

Soberana Triunfadora, en tus manos de Madre yo pongo mi voluntad a fin de que Tú misma me la purifiques y la embellezcas; la ato junto a la tuya a los pies del Trono Divino para que de ahora en adelante yo pueda vivir ya no más de mi voluntad sino únicamente y siempre de la Voluntad de Dios. 


PRACTICA: 

Para honrarme, en cada acto que hagas entregarás en mis manos maternas tu voluntad, para que en lugar de ella, Yo haga correr el Divino Querer. 


JACULATORIA: 

 Reina Triunfante, roba mi voluntad y dame la Divina

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