ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
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QUINTA MEDITACION
El quinto paso de la Divina
Voluntad
en la Reina del Cielo.
EL ALMA A LA VIRGEN:
Soberana Reina, veo que me tiendes los brazos. Y yo corro, vuelo
hacia ti para gozar tus abrazos y tus celestiales sonrisas.
Mamá Santa, hoy tienes aspecto triunfante; tienes semblante de
vencedora. Tú quieres narrarme la gloriosa victoria de tu prueba, ¿no
es verdad? Yo te escucharé con mucha atención, con la gran esperanza
de que también a mí me concedas la gracia de triunfar sobre todas las
pruebas a las que el buen Dios quiera someterme.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
¡Hija queridísima, oh cómo suspiro por confiarte mis secretos!
Ellos me darán inmensa gloria y exaltarán aquel FIAT que fue la causa primaria de mi Inmaculada Concepción, de mi Santidad de mi
Soberanía y Maternidad Divinas. Todas las sublimes prerrogativas por
las cuales la Iglesia me honra tanto, no fueron otra cosa que los efectos
de la Divina Voluntad que me dominaba, que reinaba y vivía en Mí.
Es natural, por lo tanto, que Yo arda en deseos de hacer conocer a los
hombres la maravillosa potencia del FIAT Divino que en Mí produjo
privilegios y efectos tan admirables que dejó estupefactos al Cielo y a
la tierra.
Ahora escúchame, hija querida: Cuando el Ser Supremo me pidió
mi querer humano, Yo comprendí el gran mal que la voluntad humana
puede producir en el hombre, teniendo la capacidad de deshacer aun las
obras más bellas del Creador. La criatura a causa de su propio querer
es oscilante, débil, inconstante, desordenada... mientras que Dios, al
crearla, la había unido a su Voluntad Divina para que ésta pudiera ser
su fuerza, su primer movimiento, su sustento, su aliento, su vida. Así
que al no recibir en nosotros esa Vida Divina, rechazamos los bienes
y los derechos recibidos como don de Dios. ¡Oh, cómo comprendí
bien la suma ofensa que el hombre hace a Dios y los males que se
atrae a sí mismo! Tuve entonces pavor y horror de hacer mi voluntad,
y justamente temí, pues ¿no había sido acaso también Adán creado por
Dios, inocente y puro? Y con hacer su propia voluntad ¿en cuántos
males no fue arrojado, arrastrando consigo a todas las generaciones?
Presa entonces de terror y, más aún, de ternura ardiente hacia mi
Creador, juré no hacer nunca mi voluntad. Y para estar más segura y
testificar mayormente mi sacrificio a El, que tantos mares me había
dado de gracia y tantos privilegios, tomé mi voluntad y la até a los
pies del Trono Divino en homenaje continuo de amor y de sacrificio,
afirmando que nunca me serviría de ella ni siquiera por un instante.
Hija mía, tal vez a ti no te parezca grande el sacrificio que hice de
vivir sin mi voluntad, pero te aseguro que no hay ninguno semejante al
mío. Los sacrificios de toda la historia del mundo, comparados a éste,
no son sino sombras. Sacrificarse un día, ahora sí, ahora no, es fácil;
pero sacrificarse a cada instante y en cada acto, aun en el mismo bien
que se quiere hacer, y durante toda la existencia, sin dar nunca vida a
la voluntad propia es el sacrificio de los sacrificios, es el certificado y
testimonio más grande de fidelidad, es el amor más puro, tejido por la
misma Voluntad Divina que se puede ofrecer al Creador. Es tan grande
esta oblación, que Dios no puede pedir nada más de la criatura, ni la
criatura puede encontrar ninguna otra cosa mayor que ofrecerle que
ésta.
Ahora, hija querida, en cuanto hube hecho el don de mi voluntad
a mi Señor, Yo me sentí triunfadora de la prueba que me había sido
pedida, y Dios, a su vez, se sintió victorioso sobre mi voluntad humana.
El esperaba la prueba de mi renuncia, ésto es, esperaba que un alma viviera sin voluntad propia para juntar nuevamente lo que el género
humano había separado y poder así conceder a todos clemencia y
misericordia.
Y ahora, una palabra para ti, hija mía: ¡Oh, si tú supieras cómo
anhelo verte vivir sin tu voluntad! Tú sabes que soy tu Madre y que
la Mamá quiere ver feliz a su hija; pero ¿Cómo podrás serlo si no te
decides a vivir como vivió tu Mamá? En cambio, si lo haces así, todo,
todo te daré; me pondré a tu disposición y seré toda tuya. Hazme este
bien y dame esta alegría de ver a una hija que viva toda de Voluntad
Divina.
EL ALMA:
Soberana Triunfadora, en tus manos de Madre yo pongo mi
voluntad a fin de que Tú misma me la purifiques y la embellezcas; la
ato junto a la tuya a los pies del Trono Divino para que de ahora en
adelante yo pueda vivir ya no más de mi voluntad sino únicamente y
siempre de la Voluntad de Dios.
PRACTICA:
Para honrarme, en cada acto que hagas entregarás en mis manos
maternas tu voluntad, para que en lugar de ella, Yo haga correr el
Divino Querer.
JACULATORIA:
Reina Triunfante, roba mi voluntad y dame la Divina
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