sábado, 24 de marzo de 2018

Dios da un alma del purgatorio por las Horas de la Pasión

LAS HORAS DE LA PASIÓN

Imprimatur y Nihil Obstat 
Las horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo 
De Luisa Piccarreta 


Con Imprimatur dado en el año 1915 por el obispo de la Archidiócesis de Trani-Barletta-Bisciglie Mons. Giuseppe M. Leo Con Nihil Obstat dado en el año 1915 por San Annibale M. di Francia Con la Beatificación y Santificación de San Annibale M. Di Francia han sido aprobados por la Iglesia todos sus escritos y prefacios, y por tanto las obras de la sierva de Dios Luisa Piccarretta (S. E. Mons. Carata 23-1-91 en S. Domenico in Corato).

Es una serie de 24 meditaciones sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, precedida la presentación de la autora y la introducción escrita por su censor oficial y primer editor San Aníbal de Francia consta en el epílogo final. 

Está escrita especialmente para almas amantes de Jesucristo, que desean cultivar su vida espiritual, y para almas consagradas, como indica el Beato Aníbal de Francia. Les servirá para “internarse en los sentimientos del Corazón Santísimo de Jesús en sus divinos padecimientos” y obtener gozosos frutos de mayor amor y gratitud hacia Jesús, purificación del alma, progreso espiritual, fortalecimiento en las pruebas, mayor unión con Dios… 

Que la Sma. Virgen María, la primera en haber acompañado a Jesús en su camino de la Cruz y en rememorar después muchas veces en su corazón, volviendo a recorrerlo, el amor y el dolor por el que Jesús quiso redimirnos, haga que sean muchos los que, aprovechando la guía de este librito, gusten en acompañarla a Ella y a su Divino Hijo en la Vía Dolorosa ahora y en la Gloria y Dicha Celestial, en su compañía, después. 




De una carta de S. Aníbal a Luisa Piccarretta: 

“Son “escritos” que ya es necesario dar a conocer al mundo. Creo que producirán grandes frutos. Por cuanto la grandeza de esta ciencia del “Divino Querer” es sublime, igualmente estos escritos dictados celestialmente nos la presentan clara y límpida. Pero a mi parecer, ninguna inteligencia humana hubiera podido crearla”. Vuestro en J. C. Canónigo A. M. Di Francia Messina, 20.6.1924




Del valor y del Provecho del Ejercicio 
de Estas Horas de la Pasión:


Comienzo con transcribir una carta enviada a mí por la Autora: “Muy Reverendo Padre Annibale: Finalmente, le remito las Horas de la Pasión. Todo para gloria de nuestro Señor. Le envío también otras hojas en las que se contienen los efectos y las bellas promesas de Jesús para quien hace estas Horas de la Pasión. Yo creo que si quien las medita es pecador, se convertirá; si es imperfecto, se hará perfecto; si es santo, se hará más santo; si es tentado, encontrará la victoria; si sufre, encontrá en estas Horas la fuerza, la medicina y el consuelo; si su alma es débil y pobre, encontrará un alimento espiritual y un espejo donde mirarse continuamente para embellecerse y hacerse semejante a Jesús, nuestro modelo. Es tanta la complacencia que del ejercicio de estas Horas Jesús bendito recibe, que Él quisiera que hubiera un ejemplar en cada ciudad y pueblo y que se practicara, porque entonces sucedería como si en esas reparaciones Jesús sintiera reproducirse su misma voz y sus mismas oraciones tal como Él mismo las elevaba al Padre en las 24 horas de su dolorosa Pasión. Y si esto se hiciera por las almas en todas las ciudades y hasta en los más pequeños pueblos, Jesús me hace entender que la Justicia Divina quedaría en gran parte aplacada y serían en gran parte evitados y como aligerados los flagelos en estos tan tristes de dolores y de sangre. 

Haga UD. Reverendo Padre, una llamada a todos, para que tenga su cumplimiento esta obra que Jesús me ha hecho hacer. 

Quiero decirle que la finalidad de estas Horas de la Pasión no es la de narrar la historia de la Pasión, pues muchos libros hay que tratan este piadoso tema, y no habría sido necesario hacer uno más. La finalidad es la de uniros con nuestro Señor Jesucristo para hacernos corredentores en Él, aceptándonos el Padre Eterno como a su propio hijo. De aquí la importancia que tiene el meditar y reparar estas horas junto a Jesús, en algunos pasajes se bendice, en otros se da correspondencia, en otros se suplica, se pide, se implora, etc. 

Pero dejo a Ud. Padre Annibale, hacer conocer a todos esta finalidad de las Horas con un prólogo o introducción”. 

Las hojas con los escritos a que se refiere la Autora al principio de esta carta, contienen lo que Jesús le ha dicho en relación al ejercicio de las Horas, y son, con sus fechas, los siguientes:




9 de noviembre de 1906 


Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensando en la Pasión de nuestro Señor, y mientras esto hacía, él vino y me dijo: 


“Hija mía, me es tan grato quien siempre va rumiando mi Pasión, la siente y me compadece, que me siento como retribuido por todo lo que sufrí en el curso de mi Pasión. El alma, rumiándola siempre, llega a formar un alimento continuo en el que hay variados condimentos y sabores, que producen en ella diversos efectos. 


Entonces, si durante mi Pasión me dieron cadenas y cuerdas para atarme, el alma me desata y me da libertad; aquellos me despreciaron, me escupieron y me deshonraron, ella me aprecia, me limpia de esas escupitinas y me honra; aquellos me desnudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste; aquellos me coronaron de espinas, me trataron como rey de burla, me amargaron la boca con hiel y me crucificaron; el alma, rumiando todas mis penas, me corona de gloria y me honra como su Rey, me llena la boca de dulzura y me da el alimento más exquisito, como es el recuerdo de mis mismas obras; me desclava de la Cruz y me hace resucitar en su corazón. 


Y por cada vez que todo esto hace, Yo como recompensa le doy una nueva vida de Gracia; de manera que ella es mi alimento y Yo me hago su alimento continuo. Así que, la cosa que más me gusta es que el alma rumie continuamente y siempre mi Pasión”.




10 de Abril de 1913 


Esta mañana, Jesús ha venido y estrechándome a su Corazón me ha dicho: 


“Hija mía, quien piensa siempre en mi Pasión forma en su corazón una fuente, y por cuanto más piensa tanto más esta fuente sea grande, y como las aguas que brotan son comunes a todos, esta fuente de mi Pasión que se forma en el corazón sirve para el bien del alma, para gloria mía y para bien de las criaturas.” 


Entonces yo le he dicho: “Dime, Bien mío, ¿qué cosa darás en recompensa a quienes hagan las Horas de la Pasión, tal como Tú me has enseñado?” 


Y Él: “Hija mía, estas Horas no las consideraré como cosas vuestras, sino como cosas hechas por Mí, y os daré mis mismos méritos, como si Yo estuviera sufriendo en acto mi Pasión, y así os haré conseguir los mismos efectos, según las disposiciones de las almas, y esto en la tierra, por lo que cosa mayor no podría daros; 


luego en el Cielo, a estas almas me las pondré de frente saeteándolas con saetas de amor y de contentos por cuantas veces habrán hecho las Horas de mi Pasión, y ellas me saetearán a Mí. 


¡Qué dulce encanto sea éste para todos los bienaventurados!”





6 de septiembre de 1913 


Estaba pensando en las Horas de la Pasión escritas, y como están sin Indulgencias, quien las hace no gana nada; en cambio hay tantas oraciones enriquecidas con muchas Indulgencias...


Y mientras esto pensaba, mi siempre amable Jesús todo benignidad, me dijo: 


“Hija mía, con las oraciones indulgenciadas se gana alguna cosa, en cambio las Horas de la Pasión son mis mismas oraciones, mis mismas reparaciones; son todo amor y han salido del fondo de mi Corazón. ¿Has acaso olvidado cuántas veces me he unido contigo para hacerlas juntos y he cambiado los flagelos en gracias para toda la tierra? Y es tal y tanta mi complacencia que en lugar de la Indulgencia le doy al alma un puñado de amor, que contiene precio incalculable de infinito valor. Además, cuando las cosas son hechas por puro amor, mi amor encuentra ahí su desahogo... y no es indiferente que la criatura dé alivio y desahogo al amor de su Creador”. 





Octubre de 1914 


Estaba escribiendo las Horas de la Pasión y pensaba para mí: “Cuántos sacrificios por escribir estas Horas de la Pasión, especialmente por tener que poner en el papel ciertos actos internos que solo entre mí y Jesús han pasado. ¿Cuál será la recompensa que Él me dará?”. Y Jesús haciéndome oír su voz tierna y dulce me dijo: 


“Hija mía, en recompensa por haber escrito las Horas de la Pasión, por cada palabra que has escrito te daré un alma, un beso”. Y yo: “Amor mío, eso para mí, pero a aquellos que las harán, ¿Qué les darás?”. 


Y Jesús: “Si las hacen junto Conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que reciten les daré también un alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de la Pasión está en la mayor o menor unión que tienen Conmigo, y haciéndolas con mi Voluntad la criatura se esconde en mi Querer y actuando mi Querer puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra; y esto cada vez que las hagan”. 


Otro día estaba lamentándome con Jesús porque después de tantos sacrificios para escribir las Horas de la Pasión, eran muy pocas las almas que las hacían, y entonces me dijo: 


“Hija mía, no te lamentes, aunque fuera solo una, deberías estar contenta. ¿No habría sufrido Yo toda mi Pasión aunque se debiera salvar una sola alma? Pues así también tú. Jamás se debe omitir el bien porque sean pocos los que lo aprovechan; todo el mal es para quien no lo aprovecha. Y como mi Pasión hizo adquirir el mérito a mi Humanidad como si todos se salvaran, a pesar de que no todos se salvan, porque mi Voluntad era la de salvarlos a todos, merecí según Yo quise y no según el provecho que las criaturas habrían querido recibir. Así tú, según tu voluntad se ha fundido con la Mía de querer hacer el bien a todos, así serás recompensada, todo el mal es de los que,pudiendo no las hacen. 


Estas Horas son las más preciosas de todas, que no son otra cosa que repetir lo que YO hice en el curso de mi vida mortal y lo que continúo en el Santísimo Sacramento. Cuando oigo estas Horas de mi Pasión, oigo mi misma voz, mis mismas oraciones, veo mi voluntad en esa alma, voluntad de querer el bien de todos y de reparar por todos, y Yo me siento transportado a morar en ella para poder hacer en ella lo que ella misma hace. 


¡Oh, cuánto quisiera que, aunque fuera una sola por pueblo, hiciera estas Horas de la Pasión; me oiría a Mí mismo en cada pueblo, y mi Justicia, en estos tiempos tan grandemente indignada, quedaría en parte aplacada”. Agrego que otro día estaba haciendo la Hora cuando la Mamá Celestial dio sepultura a Jesús, y yo la seguía junto para hacerle compañía en su amarga desolación para compadecerla. No tenía la costumbre de hacer esta Hora siempre, sino solo algunas veces, y estaba indecisa si la hacía o no, y Jesús bendito, todo amor y como si me rogara, me dijo:

 “Hija mía, no quiero que la descuides, la harás por amor mío y en honor de mi Mamá. Has de saber que cada vez que la haces, mi Mamá se siente como si Ella misma en persona estuviera en la tierra repitiendo su vida y, por lo tanto, recibe Ella la gloria y el amor que me dio a Mí en la tierra. Y Yo siento como si estuviera de nuevo mi Mamá en la tierra, sus ternuras maternas, su amor y toda la gloria que Ella me dio. Y por todo esto te tendré en consideración de madre...” Y entonces, abrazándome Jesús, me decía quedo, quedo al oído: ”Mamá, mamá...” y me sugería lo que hizo y sufrió en esta Hora la dulce Mamá, y yo la seguía...Y desde ese día en adelante no he descuidado esta Hora ayudada siempre por su gracia... 



4 de Noviembre de 1914 


Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y Jesús, complaciéndose todo, me dijo: 


“Hija mía, si tú supieras la gran complacencia que siento al verte repetir estas Horas de la Pasión y siempre repetirlas, y de nuevo repetirlas, quedarías feliz. 


Es verdad que mis santos han meditado la Pasión y han comprendido cuánto sufrí, y se han deshecho en lágrimas de compasión hasta sentirse consumar por amor de mis penas, pero no lo han hecho así de continuo y siempre repetido con este orden. Así que puedo decir que tú eres la primera que me da este gusto tan grande y especial. Y al ir desmenuzando en ti hora por hora mi vida y lo que sufrí. Yo me siento tan atraído que hora por hora te voy dando el alimento y como contigo ese mismo alimento y hago junto contigo lo que haces tú. 


Debes saber que te recompensaré abundantemente con nueva luz y nuevas gracias; y aún después de tu muerte, cada vez que sean hechas por las almas en la Tierra estas Horas de mi Pasión, Yo en el Cielo te cubriré siempre de nueva luz y nueva gloria”. 




6 de noviembre de 1914 


Continuando las acostumbradas Horas de la Pasión, mi amable Jesús me ha dicho:


 “Hija mía, el mundo está en continuo acto de renovar mi Pasión, y como mi inmensidad envuelve todo dentro y fuera de las criaturas, así estoy obligado por su contacto a recibir clavos, espinas, flagelos, desprecios, escupitajos y todo lo demás que sufrí en mi Pasión, ..y aún más. 

Ahora bien, quien hace estas Horas de mi Pasión, a su contacto Me siento sacar los clavos, pulverizar las espinas, endulzar las llagas, quitar los salivazos; me siento cambiar en bien el mal que me hacen los demás; y Yo, sintiendo que su contacto no me hace mal sino bien, me apoyo siempre más en ella.” Después de esto, volviendo el bendito Jesús a hablar de estas Horas de la Pasión me ha dicho: 

“Hija mía, has de saber que con estas Horas, el alma toma mis pensamientos y los hace suyos, mis reparaciones, las oraciones, los deseos, los afectos y aún mis más íntimas fibras, y las hace suyas; elevándose entre el Cielo y la Tierra hace mi mismo oficio, y como corredentora dice conmigo:”Ecce ego mitte me”, quiero repararte por todos, responderte por todos e implorar el bien para todos”. 



23 de abril de 1916 


Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver todo circundado de luz, luz que le salía de dentro de su santísima Humanidad y que lo embellecía en modo tal que formaba una vista encantadora y raptora; yo quedé sorprendida y Jesús me dijo:


 “Hija mía, cada pena que sufrí, cada gota de sangre, cada llaga, oración, palabra, acción, paso, etc., produjo una luz tal en mi Humanidad de embellecerme de manera de tener raptados a todos los bienaventurados. Ahora, el alma, a cada pensamiento de mi Pasión, a cada compadecimiento, a cada reparación, etc. que hace, no hace otra cosa que tomar luz de mi Humanidad y embellecerse a mi semejanza, así que un pensamiento de más de mi Pasión será una luz de más que llevará un gozo eterno.” 



13 de octubre de 1916 


Estaba haciendo las Horas de la Pasión y el bendito Jesús me dijo: 


“Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millones y millones de ángeles cortejaban a mi Humanidad y recogían todo lo que Yo hacía, los pasos, las obras, las palabras y aún mis suspiros y mis penas, las gotas de mi sangre, en suma, todo. 

Eran ángeles encargados de mi custodia, y para hacerme honor, obedientes a mis más pequeñas señales subían y bajaban del Cielo para llevar al Padre todo lo que Yo hacía. 

Ahora estos ángeles tiene un oficio especial, y cuando el alma hace memoria de mi vida, de mi Pasión, de mis oraciones, se ponen en torno a ella para recoger sus palabras, sus pensamientos, sus compadecimientos, y los unen con los míos y los llevan ante mi Majestad para renovarme la gloria de mi misma vida. Y es tanta la complacencia de los ángeles que, reverentes, se están en torno al alma para oír lo que dice y rezan junto con ella; por eso, con qué atención y respeto el alma debe hacer estas Horas, pensando que los ángeles toman de sus labios sus palabras para repetir junto a ella lo que ella dice.” Luego agregó:

 “Ante tantas amarguras que las criaturas me dan, estas Horas son los sorbos dulces que las almas me dan, pero ante tantos sorbos amargos que recibo, son demasiado pocos los dulces, por tanto, más difusión, más difusión”. 



9 de diciembre de 1916 


Estaba afligida por la privación de mi dulce Jesús, que si viene, mientras siento que respiro un poco de vida, quedo más afligida al verlo más afligido que yo y que no quiere saber de aplacarse, pues las criaturas lo constriñen, le arrancan otros flagelos, y mientras flagela, llora por la suerte del mundo y se oculta dentro de mi corazón, casi para no ver lo que sufre el hombre. Parece que no se puede vivir en estos tristes tiempos, y además parece que se está solo al principio de ellos. Entonces mi dulce Jesús, estando yo pensativa por mi dura y triste suerte de deber estar casi continuamente privada de Él, vino y poniéndome un brazo al hombro me dijo: 


“Hija mía, no acrecientes mis penas con afligirte, son ya demasiadas y Yo no espero esto de ti; es más, quiero que hagas tuyas mis penas, mis oraciones, y todo Yo mismo, de modo que pueda encontrar en ti otro Yo mismo. En estos tiempos necesito gran satisfacción y solo quien hace suyo a Mí mismo me la puede dar. Y lo que en Mí encontró el Padre, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción, completas y perfectas y para bien de todos, Yo lo quiero encontrar en estas almas como otros tantos Jesús que me lo hagan a la par de Mí, y estas intenciones las debes repetir en cada Hora de la Pasión que hagas, en cada acción, en todo. Y si no encuentro mis satisfacciones...ah, para el mundo se habrá terminado; los flagelos lloverán a torrentes.¡Ah hija mía! ¡Ah hija mía!” 




2 de febrero de 1917 


Continuando mi habitual estado me encontré fuera de mí misma y vi a mi siempre amable Jesús todo chorreando sangre y con una horrible corona de espinas; con dificultad me miraba por entre las espinas y me dijo: 


“Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de mi Pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de mi Pasión que lo ilumine y que haciéndole conocer mi amor y cuántas penas me cuestan las almas, pueda reaccionar y amar a quien verdaderamente lo ama, y la luz de mi Pasión, guiándolo, lo ponga en guardia de todos los peligros. En la debilidad no ha  encontrado la fuerza de mi Pasión que lo sostenga. En la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunda la calma, la resignación; y ante mi paciencia, avergonzándose, tenga como un deber dominarse a sí mismo en las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo a las suyas le infunda amor al sufrir. En el pecado no ha encontrado mi Santidad, que haciéndole frente, le infunda odio a la culpa. 

Ah, en todo ha prevaricado el hombre porque se ha separado en todo de quien puede ayudarlo. Por eso el mundo ha perdido el equilibrio. Ha hecho como un niño que no ha querido más conocer a su madre, con un discí-pulo que desconociendo al maestro no ha querido más escuchar sus enseñanzas ni aprender sus lecciones. ¿Qué será de este niño y de este discípulo? Serán el dolor de sí mismos y el terror y el dolor de la sociedad. Tal se ha hecho el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. 

¡Ah, el hombre empeora, empeora siempre más...y Yo lloro con lágrimas de sangre!” 



16 de mayo de 1917 


Encontrándome en mi habitual estado, estaba fundiéndome toda en mi dulce Jesús y luego me extendía toda en las criaturas para darles a todas por entero a Jesús. Entonces Él me dijo: 


“Hija mía, cada vez que la criatura se funde en Mí da a todas las criaturas un flujo de Vida Divina, y según tienen ellas necesidad obtienen su efecto: la que es débil siente la fuerza, la obstinada en la culpa recibe la luz, la que sufre recibe consuelo; y así de todo lo demás.” 

Después, me encontré fuera de mi misma y me hallaba en medio de muchas almas que me hablaban y parecían ser almas del Purgatorio y santos y nombraban a una persona conocida mía que había fallecido no hacía mucho, y oía: 

”Él se siente como feliz al ver que no hay alma que entre al Purgatorio que no lleve el sello de las Horas de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo de estas Horas toma sitio en lugar seguro. No hay alma que vuele al Paraíso que no sea acompañada por estas Horas de la Pasión. Estas Horas hacen llover del Cielo continuo rocío sobre la Tierra, en el Purgatorio y hasta en el Cielo.” Al oír esto decía yo para mí: 

“Tal vez mi amado Jesús, para mantener la palabra dada de que por cada palabra de las Horas de la Pasión daría un alma, hace que no haya alma salvada que no se haya servido de estas Horas. 

“Después he vuelto en mi misma, y habiendo visto a mi dulce Jesús le he preguntado si eso era cierto y Él me ha dicho: “Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el Cielo con la Tierra y me detienen para que no destruya al mundo. Siento poner en circulación mi Sangre, mis Llagas, mis ansias de salvar a las almas y me siento repetir mi Vida. ¿Cómo podrían obtener las criaturas algún bien sino es por medio de estas Horas?. ¿Por qué dudas? La cosa no es tuya, sino mía; tú no has sido más que el esforzado y débil instrumento”. 



12 de julio de 1918 


Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por un alma moribunda, y mi amable Jesús, al venir, me ha dicho: “Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cada palabra sobre mi Pasión, pensamiento, compasión, reparación, recuerdo de mis penas...se establecen nuevas comunicaciones de electricidad entre el alma y Yo, y por lo tanto el alma se va adornando de tan múltiples y diferentes bellezas? Esa alma ha hecho las Horas de mi Pasión y Yo la recibiré como hija de mi Pasión, vestida y adornada con mis Llagas. Esta flor ha crecido en tu corazón y Yo la bendigo y la recibo en el mío como una flor predilecta.” Y mientras esto decía, se desprendía una flor de mi corazón y emprendía el vuelo hacia Jesús... 




21 de octubre de 1921 


Estaba pensando en la Pasión de mi dulce Jesús, y entonces Él, al venir me ha dicho: 


“Hija mía, cada vez que el alma piensa en mi Pasión, se acuerda de lo que sufrí o me compadece, en ella se renueva la aplicación de mis penas, surge mi Sangre para inundarla, se ponen en camino mis Llagas para sanarla si está llagada o para embellecerla si está sana, así como también todos mis méritos para enriquecerla. El negocio que hace es sorprendente, es como si pusiera en un banco todo lo que Yo hice y sufrí y ganara el doble. 

Todo lo que Yo hice y sufrí está en acto continuo de darse al hombre, como el sol está en acto continuo de dar su luz y su calor a la tierra. Lo que Yo he obrado no está sujeto a agotarse, basta con que el alma lo quiera y por cuantas veces lo quiera para que reciba el fruto de mi vida. De modo que si se recuerda veinte veces, o cien, o mil , de mi Pasión, otras tantas gozará los efectos de Ella, pero...¡qué pocos son los que de Ella hacen tesoro! 

Con todo el bien de mi Pasión...y se ven almas débiles, ciegas, sordas, mudas, cojas, cadáveres vivientes que dan asco, y ¿por qué? Porque mi Pasión es olvidada. Mis penas, mis Llagas, mi Sangre, son fortaleza que quita las debilidades, son luz que da vista a los ciegos, son lengua que desata las lenguas y que abre los oídos, son camino que endereza a los cojos, son vida que hace resucitar a los muertos. 

Todos los remedios necesarios a la humanidad están en mi Vida y en mi Pasión, pero las criaturas desprecian la medicina y no se preocupan de los remedios, por eso se ve que con toda mi Redención...y el hombre perece en su estado, como afectado por una enfermedad incurable. 

Pero lo que más me duele es ver a personas religiosas que se fatigan por la adquisición de doctrinas, de especulaciones, de historias, pero de mi Pasión...¡nada!; de manera que mi Pasión muchas veces está lejos de las iglesias, lejos de la boca de los sacerdotes, por lo que su hablar es sin luz, y así las gentes se quedan más en ayunas que antes”.


FUENTE: Libro: Las horas de la Pasión.

Luisa Picarreta



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SAN ANIBAL DE FRANCIA 
Y LAS HORAS DE LA PASIÓN



Las enseñanzas que Nuestro Señor le dio a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta sobre la Divina Voluntad, hicieron que en el P. Aníbal su espiritualidad fuera asumiendo una nueva característica, que llegó a transformar toda su vida interior, por lo que bien podemos decir que fue uno de los primeros Hijos de la Divina Voluntad y por lo tanto uno de los primeros apóstoles de la Divina Voluntad.
El P. Aníbal conoció a Luisa por el año de 1910, y por 17 años esta amistad espiritual se fue intensificando siempre más, como veremos, hasta el día de su nacimiento al cielo el 1 de junio de 1927.
Se le encontraba muy frecuentemente en casa de Luisa, de quien era confesor extraordinario, y en sus últimos años, fue designado por el Arzobispo de Trani director en todo lo que se refería a sus escritos, en vista a su publicación, y por tanto fue nominado Censor Eclesiástico de la Arquidiócesis de Trani-Barletta-Bisceglie.
Así mismo fue el primero que dio inicio a la publicación de los escritos de Luisa, siendo el primero de estos el libro de «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo », escrito por Luisa hacía los años de 1913-1914, y del cual el Santo Aníbal hizo cuatro ediciones (1915, 1916, 1917, 1921) todas con el Nihil Obstat y el Imprimátur.
Casi inmediatamente después de haber conocido a Luisa, y mucho antes de conocer sus demás escritos, llegó a publicar uno de sus libros: "Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo" 
Cuatro ediciones llegó a hacer de este libro, siempre más numerosas. Le llegaban pedidos de toda Italia y hasta de varias partes del extranjero, de 50 y hasta de 100 copias, como lo hizo “una de las más renombradas librerías editoras del Vaticano, ¿cómo lo han llegado a saber?—decía—Es el buen Dios que trabaja”.
Uno de los hechos que más recordamos fue el de aquella ocasión, lo cuentan varios testigos, en que habiéndole el P. Aníbal, llevado el libro de las Horas de la Pasión al Santo Padre San Pío X —quien en varias ocasiones lo recibió privadamente, como también los Papas Benedicto XV y Pío XI—, mientras se lo enseñaba le leyó algunas páginas, cuando a un cierto momento el Papa lo interrumpió diciendo: “Así no, Padre; es de rodillas que se debe leer este libro, es Jesucristo quien habla.”

De este libro más tarde se hicieron otras dos ediciones en italiano, y dos más en alemán (¡de 25,000 ejemplares cada una!), y se prepararían ya las ediciones en francés, portugués, español, inglés y polaco.

Así escribía el Padre Aníbal unos meses antes de morir:
« He entrado en un estado moral y espiritual en el que me parece como que veo o siento la obra demoníaca del enemigo infernal. De noche y de día me asaltan haciéndome sentir desanimado y oprimido; siento en mí abandonos y desolaciones profundas, en fin, un estado interior tan lleno de angustia y penoso, que jamás he sentido una cosa igual.
A mi me parece que se está cumpliendo lo que ud. me escribió, es decir, que los demonios estaban llenos de rabia al verme ocupado en esta obra de la publicación de sus escritos. Y puesto que no pueden hacer nada contra mí externamente, ya que no camino por esos caminos, obran en mi interior para abatirme y hacer que mi salud ceda.
En todo esto me parece ver también que Dios lo está permitiendo todo para purificar mi alma de un modo muy singular, tal vez precisamente para la gran obra de la publicación de sus escritos ».
« Esta noche la he pasado malísimo física y espiritualmente; fue una hora penosísima: ¡No encontraba descanso alguno! El enemigo infernal me metía un pensamiento: “deja esta publicación; ojalá y nunca hubiera empezado”; pero yo le decía al enemigo: “¡No, no, no!” y bendecía a Jesús ».
« No le digo cómo es que siento temblar al demonio; es más, a muchos demonios, por eso hago continuos exorcismos en el nombre de Jesús ».
« Otra señal de que es de Dios, es la guerra tremenda que el enemigo me ha hecho para abatirme, permitiéndolo Dios, para que no iniciara mis oraciones en la Divina Voluntad».

Y en este párrafo que sigue podemos ver hasta que punto llegó el demonio para tratar de evitar que se publicaran los sublimes escritos de la Divina Voluntad:
« Le digo en el máximo secreto, que el demonio para abatirme, tomó la forma de una persona que conocemos para traerme noticias muy impresionantes y por las cuales me vinieron una especie de palpitaciones que estuvieron por matarme, pero después se descubrió el engaño.
El enemigo me sugiere: “¿No ves que esta publicación te está llevando a la tumba? ¿Porqué te metiste en esto?” »
Pero el Padre Aníbal fue siempre fiel a la Divina Voluntad y nunca desistió, su vida se había transformado; y aunque se encontraba en medio de una guerra con el demonio, él seguía perseverando, especialmente en su interior; así escribe poco antes de morir:
« Puesto que hasta ahora casi todas las noches duermo poquísimo a causa del insomnio y de aflicciones morales, opresiones, aprensiones, etc., un hermano laico, pacientísimo, ha estado velando todas las noches junto a mi cama y me reza las oraciones de la Divina Voluntad ».
La estima y el aprecio que tenía de Luisa era altísimo; bien se daba cuenta de la “gran obra de la Divina Voluntad” (como él decía) que Dios estaba haciendo en Luisa para bien de toda la humanidad:
« He tenido presente que todas mis aflicciones son amor de Jesús que está obrando en mí. Sus consejos y sugerencias me llenan de consuelo, pero yo todavía soy un niño en esta grande ciencia de la Divina Voluntad. Le agradezco muchísimo el ánimo que me infunde ».
« Ud. me confió una vez que Jesús en cierta ocasión le ofreció el don de hacer milagros y que ud. lo rechazó; ahora bien, pídale a Nuestro Señor con fe y amor, que al menos pueda ud. obrar el milagro de devolverme la salud. Esto se lo pido por esos 19 volúmenes que quiero publicar; ¡Oh, cómo será aniquilado el infierno! »

FUENTE: passioiesus.org

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