DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA
DÉCIMOTERCERA HORA
Jesús en la prisión
Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro;
el corazón me late fuerte y delira de amor. Dime ¿dónde
estás? Ángel mío, llévame a casa de Caifás...Pero por más
que busco, recorro e indago por todas partes, no te
encuentro...Pronto, amor mío, mueve con tus manos las
cadenas con que tienes atado mi corazón al tuyo y atráeme
hacia ti para que, atraída por ti, pueda emprender el
vuelo para ir a arrojarme en tus brazos. Amor mío, ya
siento que me atraes, herido por mi voz y queriendo mi
compañía...Pero veo que te ha puesto en la cárcel...Y mi
corazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me lo
siento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido.
Te veo con las manos atrás atadas a una columna, con
los pies inmovilizados y atados, con tu santísimo rostro
golpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbaras
bofetadas recibidas...Tus ojos santísimos están lívidos,con la mirada cansada y apagada por la vigilia; tus cabellos
todos en desorden; tu santísima persona toda golpeada,
y hay que agregar que no te puedes valer por ti solo
para ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, oh
Jesús mío, llorando y abrazándome a tus pies exclamo:
¡Ay, cómo te han dejado, oh Jesús!
Y Jesús, mirándome, me responde: “Ven, oh hija, y
pon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lo
hagas tú junto conmigo y pueda Yo así continuar mi vida
en ti.”
Y veo con asombro que en vez de ocuparte de tus
penas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorificar
al Padre para darle satisfacción por todo lo que nosotros
estamos obligados a hacer, y llama en torno a ti a
todas las almas para tomar sobre ti todos sus males y darles
todos tus bienes...Y como ya hemos llegado al alba del
nuevo día, oigo tu voz dulcísima que dice: “Padre Santo,
te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo que
me queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al día
y el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de la
gracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día,
Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine en
todos. Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quiero
responderte por todas ellas, por sus pensamientos, por sus
palabras, por sus obras, por sus pasos, etc.,a costa de mi
sangre y de mi muerte.”
Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yo
te agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo que
me quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos los corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol
Divino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar en
todos.
Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas por
todas las primicias de los pensamientos, de los afectos y
de las palabras que desde el principio del día no son ofrecidos
a ti para darte honor, y reúnes en ti como si fueran
uno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras de
las criaturas, para dar al Padre la reparación y la gloria
que ellas le deben.
Jesús mío, maestro divino, ya que disponemos en esta
prisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer no
sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos
y fundirme toda en ti. Por tanto, me acerco a tu santísima cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte
por tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tienen
ni siquiera un pensamiento para ti; y fundiéndome en
tu mente quiero reunir en ti todos los pensamientos de las
criaturas y fundirlos en tus pensamientos para hallar suficiente
reparación por todos los malos pensamientos y por
tantas luces y santas inspiraciones sofocadas...quiero
hacer de todos los pensamientos uno solo con los tuyos
para darte la verdadera reparación y perfecta gloria.
Afligido Jesús mío, beso tus ojos cargados de lágrimas
y de tristeza. Y como tienes las manos atadas a la columna
no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con que
te han ensuciado, y como es insoportable la postura en
que te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados para
reposar un poco...y yo quiero enjugarte los ojos y suplicarte perdón, dándote reparación por todas las veces que
no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte
para ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacer
y a dónde querías que fuésemos; y en tus ojos quiero fundir
los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar
con tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con
la vista.
Piadoso Jesús mío, beso tus oídos santísimos para
repararte por los insultos de toda la noche, y mucho más
todavía por el eco que resuena en tus oídos por todas las
ofensas de las criaturas...y te pido perdón y te reparo por
todas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos,
fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, has
repetido tu llamada, pero en vano...Quiero fundir en tus
oídos los míos y los de todas las criaturas para darte una
continua reparación completa. Enamorado Jesús, beso tu rostro santísimo, todo lívido
e hinchado por los golpes...y te pido perdón y te reparo
por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas de
reparación, y nosotros, uniéndonos a tus enemigos, te
hemos dado bofetadas y salivazos...Jesús mío, quiero fundir
mi rostro en el tuyo, para restituirte tu hermosura natural
y darte entera reparación por todos los desprecios
hechos a tu adorable majestad.
Amargado Bien mío, beso tu dulcísima boca, dolorida
por los golpes y abrasada por el amor...y quiero en tu lengua
fundir la mía y la de todas las criaturas, para reparar
con tu misma lengua por todos los pecados y las conversaciones
malas que se tienen. Quiero, sediento Jesús mío, hacer de todas las voces una sola con la tuya, para hacer
que cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, tu
voz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas voces
de pecado y las cambien en voces de alabanza y de amor.
Enamorado Jesús, beso tu cuello oprimido por esas
pesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pecho
hasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos te
tienen fuertemente atado a la columna. Tus manos ya
están hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ataduras,
tanto que de ellas brota sangre...Ah, Jesús encadenado,
permíteme que te desate; y si gustas ser atado, te
ato con las cadenas del amor, que siendo dulces te aliviarán
en vez de hacerte sufrir...Y mientras te desato, quiero
fundirme en tu cuello, en tu pecho, en tus hombros, en tus
manos y en tus pies para poder reparar contigo por todos
los apegos y llevar a todas las almas las cadenas de tu
amor, para reparar por todas las frialdades y llenar los
pechos de todas las criaturas con tu fuego, porque veo que
es tanto el que Tu tienes que no puedes contenerlo; para
reparar por todos los placeres ilícitos y el amor a las
comodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y el
amor al sufrimiento...Quiero fundirme en tus manos para
reparar por todas las malas obras y por el bien hecho
malamente y con presunción, y dar a todos el perfume de
tus obras. Y fundiéndome en tus pies, encierro todos los
pasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos a
todos para hacerlos caminar santamente.
Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndome
en tu corazón, encierre todos los afectos, los latidos, los deseos, para repararlos contigo y dar tus afectos, tus
latidos y tus deseos a todos, para que ninguno vuelva a
ofenderte.
Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido de
la llave... Son tus enemigos que vienen a llevarte... ¡Jesús,
me siento estremecer! ¡Me siento helar la sangre porque
Tú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! ¿Qué
va a ser de ti? Pero me parece oír también el ruido de las
llaves de los sagrarios... Cuántas manos profanadoras vienen
a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazones
sacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado a
encontrarte... Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme
en todas tus cárceles de amor para ser espectadora cuando
tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y repararte
por las ofensas que recibes...
Pero veo que tus enemigos ya llegan, y Tú saludas al
naciente sol, al último de tus días, y ellos, al desatarte,
viéndote lleno de majestad y que los miras con tanto
amor, en pago descargan sobre tu rostro bofetadas tan
fuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con tu preciosísima
sangre.
Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolor
te ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirte
en todo lo demás de tu Pasión.
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