miércoles, 23 de mayo de 2018

La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad. VIGESIMA TERCERA MEDITACION

ORACION A LA REINA DEL CIELO 
ANTES DE CADA MEDITACION 



Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.



....................................

VIGESIMA TERCERA MEDITACION 

La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad. 

Nazaret símbolo y realidad del Reino del FIAT Divino. Vida oculta. María depositaria, fuente y canal de todas las gracias. 




EL ALMA A LA SOBERANA REINA: 

Mamá Dulcísima, heme aquí nuevamente en tus rodillas maternas. Veo que estás narrando al Niño Jesús tu historia de amor, mientras El a su vez te narra la suya. ¡Oh, cómo es hermoso encontrar a Jesús y a Mamá quienes recíprocamente se hablan de su mutuo amor! Mamá Santa, no me alejes, sino tenme siempre unida a Ti, para que yo, escuchándolos en vuestro ternísimo coloquio aprenda a amaros y a hacer siempre la santísima Voluntad de Dios. 


LECCION DE LA REINA DEL CIELO: 

Querida hija, ¡con cuánto deseo te esperaba para poder continuar con mis lecciones! Debes saber que la pequeña casa de Nazaret fue para tu Mamá, para el querido y dulce Jesús y para San José un verdadero paraíso. El Divino Querer inundaba continuamente a Jesús y a Mí con sus mares de Luz, de Santidad, de Amor, de Belleza y de Felicidad, mientras que San José quedaba iluminado por nuestros propios reflejos. 

Querida hija, en esta casa de Nazaret triunfaba el Reino de la Divina Voluntad. Todos nuestros actos, aun los más comunes, como eran los concernientes al trabajo manual, al arreglo de la casa, a la preparación de los alimentos, eran igualmente animados por el Querer Supremo. Desde el más pequeño acto hasta el más grande, brotaban felicidad y beatitudes inmensas, las cuales se volcaban nuevamente en Nosotros, procurándonos efluvios de nuevos e indescriptibles contentos. 

Hija mía, la Divina Voluntad posee la fuente de los gozos y se deleita en recompensar cada acto de la criatura que vive unida a Ella con gozos incesantes y siempre nuevos. ¡Oh, cómo éramos felices! Entre Nosotros reinaba suma paz y unión, de manera que nos sentíamos honrados en someternos recíprocamente; aun mi querido Hijo competía con Nosotros en obedecer y gozaba cuando se veía mandado en los más simples trabajos, ya fuera por San José o por Mí! 

¡Cuán conmovedor era verlo ayudar con tanta prontitud a su Padre putativo en los diferentes trabajos y cuánta admiración daba observarlo cuando tomaba el alimento o cuando descansaba! ¡Qué inmensos mares de gracia hacía El correr en esos actos tan comunes en favor de las criaturas! 

Ahora, querida hija, escúchame: en la casa de Nazaret se formó en tu Mamá y en la Humanidad de mi Hijo el Reino de la Divina Voluntad, para darlo en don a la familia humana en cuanto ésta estuviera dispuesta a recibirlo. 

Mi Hijo era el Rey y Yo la Reina, pero ambos estábamos sin pueblo; nuestro Reino, capaz de contener a todos y dar vida a todos estaba desierto, porque se necesitaba que primero se cumpliera la Redención. 

Perteneciendo Nosotros mismos según el orden humano a la familia humana, y poseyendo este Reino divino podíamos mediante nuestra vida oculta de tantos años obtener para las criaturas el derecho de entrar en ese Reino y en El establecer la propia morada. 

Querida mía, si también tú quieres conquistar los bienes que con tanto amor te hemos preparado, es necesario que renuncies a tu voluntad y la tengas olvidada. Dime, hija de mi Corazón, ¿estás dispuesta a complacerme a Mí y a nuestro querido Jesús? Nosotros te esperamos en este Reino tan santo para vivir junto contigo de Voluntad Divina, ¿te sientes en grado de corresponder a nuestra llamada? 

Querida hija, Yo quiero hacerte participe en otra obra de amor que en esta casa de Nazaret Jesús realizó en Mí: El me eligió depositaria de toda su Vida. Cuando Dios hace una obra no la deja suspendida en el vacío, sino que busca siempre a una criatura en la cual poderla depositar para no correr el peligro de exponer sus obras a la inutilidad, porque ésto no podría ser. Por eso, mi querido Hijo depositaba en Mí sus obras, sus palabras, sus penas, todo... En el retiro de nuestra casita El me hablaba de la doctrina que iba a enseñar, de las verdades que iba a revelar, de los sacramentos que iba a instituir y confiándome todas las cosas me constituía canal y fuente perenne de la cual debía brotar su Vida y todo bien en favor de todas las criaturas. ¡Oh, cómo me sentía rica y feliz en aquellos benditos instantes! El Querer Divino que reinaba en Mí me daba capacidad de recibir todo y de ofrecer a mi Jesús la correspondencia de amor por la gran obra de la Redención que El iba a realizar! 

Querida hija, ¡cuántas cosas me han sido dadas por Dios por no haber nunca hecho Mi voluntad sino sólamente y siempre la Suya! Todo estaba a mi disposición, aun la misma Vida de mi Hijo, y cómo Esta quedaba como encerrada en Mí, Yo podía darla a aquél que con amor me la pidiera. 

Ahora una palabra para ti: si haces siempre la Divina Voluntad y nunca la tuya, y si vives en Ella, Yo depositaré en ti todos los bienes de mi querido Hijo; tú serás afortunada porque tendrás una Vida Divina a tu disposición que te dará todo, y Yo vigilándote como verdadera Mamá procuraré aumentar en ti esta Vida y formar así el Reino de la Divina Voluntad en tu alma.


EL ALMA: 

Mamá Santa, yo me abandono en tus brazos como pequeña hija que siente extrema necesidad de tus cuidados maternos. Ah!, te pido, toma mi voluntad, enciérrala en tu Corazón y no me la devuelvas jamás, para que yo pueda vivir siempre de Voluntad de Dios y así haré contentos a Ti y a mi querido Jesús. 


PRACTICA: 

Para honrarme vendrás a hacernos tres visitas a la casa de Nazaret, y para honrar a la Sagrada Familia recitarás tres Pater Ave Gloria pidiéndome que te admita a vivir en medio de Nosotros. 


JACULATORIA: 

Jesús, María y José, haced que viva con Vosotros en el Reino de la Divina Voluntad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El pecado de impureza.

Vi al Señor Jesús atado a una columna, despojado de sus vestiduras y enseguida empezó la flagelación. Vi cuatro hombres que por turno azotab...