jueves, 31 de mayo de 2018

La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad. TRIGESIMA PRIMERA MEDITACION

TRIGESIMA PRIMERA MEDITACION 



La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad. Su tránsito de la tierra al Cielo. Su entrada feliz. El cielo festeja a su Reina. 









EL ALMA A SU GLORIOSA MADRE: 




Mi querida Mamá Celestial, festivamente hoy quieres darme la última lección y yo ardo en deseos más que nunca de venir entre tus brazos maternos. Veo que una dulce sonrisa aflora en tus purísimos labios; tu actitud es toda de fiesta y me parece que quieres confiarme alguna cosa sorprendente. Mamá Santa, te pido que con tus manos maternas toques mi mente y vacíes mi corazón a fin de que yo pueda atesorar tus santas enseñanzas y las ponga en práctica.








LECCION DE LA REINA DEL CIELO: 




¡Hija queridísima, hoy tu Mamá está toda de fiesta! Hoy quiero hablarte de mi partida de la tierra al Cielo, que fue el día en el que acabé de cumplir en todo de la Divina Voluntad en la tierra.

 ¡Sí, en toda mi vida no hubo nunca ni un respiro, ni un latido, ni un paso en los que el FIAT Divino no hubiera concurrido con su acto completo! 

Esto me embelleció, me enriqueció y me santificó tanto que los mismos ángeles quedaron maravillados. 

Has de saber que antes de partir para la Patria Celestial Yo volví nuevamente a Jerusalén junto con mi amado Juan. Era esa la última vez que en carne mortal caminaba en la tierra; todos los seres creados como si lo hubieran casi intuído se postraban en torno a Mí para obtener la última bendición de su Reina, y Yo a cada uno de ellos la concedía y daba mi último adiós. Habiendo llegado a Jerusalén me retiré a un lugar apartado y ahí me encerré para no salir más. Hija bendita, al final de mi vida Yo sufrí tal martirio de amor y un deseo tan ardiente de encontrarme nuevamente con mi Hijo en el Cielo que me sentí consumir... Mis deliquios se hicieron tan frecuentes y mis delirios de amor me asaltaron con tal vehemencia que me hicieron enfermar. Antes de esos momentos Yo no había conocido nunca ni enfermedades ni indisposiciones, ni siquiera ligeras, porque mi naturaleza humana concebida sin pecado y vivida toda de Voluntad Divina no tenía el germen de los males naturales. 

Querida hija, aunque Yo durante mi vida entera estuve tan cortejada por las penas, éstas fueron siempre en orden sobrenatural, y cada una sirvió para enriquecer mi Maternidad con innumerables hijos y por ésto cada una se transformó para Mí en gozo, en gloria y en corona. ¿Ves ahora cómo el vivir de Voluntad Divina significa perder el germen de los males naturales que producen no honores y triunfos, sino debilidades, miserias y derrotas? Por eso, querida mía, escucha las últimas palabras de tu Mamá que está por subir al cielo. Yo no estaría satisfecha si no te supiera al seguro. Antes de partir quiero entregarte mi testamento, te quiero dejar por dote esa misma Voluntad que poseyó tu Mamá y gracias a la Cual, Ella fue Madre del Verbo, Señora y Reina del Corazón de Jesús; y Madre y Reina de todos los hombres.

 Escucha, hija mía, en estas meditaciones Yo te he hablado con amor materno de lo que la Divina Voluntad obró en Mí y del gran bien que Ella hace; también te he explicado cómo debemos hacernos dominar por Ella y, sobre todo, te he mostrado los graves males que causa el querer humano. ¿Y crees tú acaso que Yo entreteniéndome contigo haya solamente querido hacerte una simple narración? ¡Oh, no, no, tu Mamá siempre hace don de lo que enseña!. En la hoguera de mi amor y en cada palabra que te decía, Yo ataba tu alma al FIAT Divino y te preparaba la dote para que pudieras vivir rica, feliz y fuerte, con la misma fuerza divina. Esta es mi última lección, porque estoy por partir; acoge, por tanto, mi Testamento, escribe en tu alma con la pluma de oro del amor ardiente que me consuma el Testimonio de la herencia que te hago. Hija bendita, asegúrame que no harás más tu voluntad, pon tu mano en mi Corazón Materno y júrame que quieres que Yo la encierre en El...

 Habiendo hecho esta solemne renuncia ya no tendrás más ocasión de darle vida y Yo me la llevaré al Cielo como prenda de triunfo y victoria sobre mi hija. 

Querida hija, escucha la última recomendación de tu Mamá que muere de puro amor, recibe su última bendición como sello de la Vida de la Divina Voluntad que Ella deja en ti; Vida que formará tu cielo, tu sol, tus mares de amor y de gracias. En estos sagrados instantes tu Mamá Celestial quiere colmarte de ternura, quiere fundirse en ti, siempre y cuando tú le asegures absolutamente que preferirás cualquier sacrificio y aun la muerte antes que conceder a tu voluntad un acto de vida.

 ¡Dámela, hija mía, Yo la espero...!








 EL ALMA:




 ¡Sí, Mamá santa, si Tú ves que yo esté por hacer un acto sólo de mi voluntad perversa, hazme morir y ven Tú misma a tomar mi alma en tus brazos y llévame allá arriba Contigo al Cielo! 



LA REINA DE AMOR: 

¡Hija bendita, cómo gozo! Yo no podía decidirme a narrarte mi partida al Cielo sin antes tener la certeza de que mi hija quedaba en la tierra dotada de Voluntad Divina, y has de saber que desde el Cielo no te dejaré y que tú no te quedarás huérfana porque te guiaré en todo; tanto en tus menores como en tus mayores necesidades llámame y Yo acudiré para hacerte de Mamá. 

Ahora, querida hija, escúchame: ya estaba por llegar mi última hora cuando el FIAT Divino para consolarnos permitió, casi de modo prodigioso, que todos los Apóstoles, excepto uno, vinieran a hacerme corona. Cada uno de ellos sentía un vivo dolor en su corazón y lloraba amargamente. Yo los consolé, les encomendé de modo especial la Santa Iglesia naciente, luego, impartiendo a cada uno de ellos mi materna bendición y dejando en sus corazones en virtud de ella la Paternidad de amor hacia las almas, morí en un éxtasis de amor en la interminabilidad del Querer Divino...!

 En esos mismos momentos mi amado Hijo me esperaba con ardiente deseo en el Cielo. 

Mi cuerpo permaneció durante tres días en el lecho, luego se reunió con mi alma y... Yo fui asunta entre todas las legiones de los ángeles que alababan a su Reina! Puedo decir que el Paraíso se vació para venir a mi encuentro; todos me festejaron y mirándome... quedaron tan raptados que se preguntaban a coro: “¿Quién es Esta que viene del exilio apoyada en su Señor, toda bella, toda Santa y con el cetro de Reina? ¡Es tanta su grandeza que los Cielos se han abajado para recibirla; ninguna otra criatura entró jamás en estas celestiales regiones tan adornada y graciosa, tan elegida y tan potente! ¡La misma Divinidad encuentra tal complacencia en Ella que la eleva por encima de todos los seres angélicos y humanos y la lleva hasta el trono de la Misericordia y de su Amor...!” 

Ahora, hija mía, ¿quién es Ella, a quien todo el Cielo alaba y ante la Cual queda arrobado? ¡Soy Yo misma, tu Madre, que jamás hice mi voluntad! El Querer Divino fue en tal forma abundante en mi alma que sentí en Mí los cielos más bellos, los soles más refulgentes, mares inigualables de belleza, de amor y de santidad, para por medio mío poder dar luz, amor y santidad a todos y encerrar en mi cielo todo y a todos. 

Era la Divina Voluntad operante en Mí la que había obrado prodigios tan grandes, por eso Yo fui la única criatura que entré al Paraíso por haber hecho la Divina Voluntad en la tierra como Dios mismo la hace en el Cielo y por haber formado su Reino en mi alma. Toda la corte celestial contemplándome quedaba maravillada, me veía a un mismo tiempo cielo y sol, admiraba en Mí la ternísima tierra de mi humanidad enriquecida con las más raras bellezas y raptada exclamaba: “¡Cuán bella es nuestra Reina, todas las cosas están concentradas en Ella, nada le falta, de todas las obras del Creador, Ella es la Mejor, la más perfecta!”. 

Hija mía, has de saber que esta fue la primera fiesta que se celebró en el Cielo a la Divina Voluntad que tantos prodigios había obrado en su Criatura. Sí, mi entrada en la Patria eterna fue festejada por toda la corte celestial y jamás se repetirá esta fiesta tan grande. 

Hija mía, para terminar nuestros íntimos coloquios te quiero dejar un pensamiento que te sea de consuelo y te sirva de estimulo: recuerda que tu Mamá desea y quiere que la Divina Voluntad reine en modo absoluto en las almas, para darle motivo de realizar en ellas sus inmensos prodigios y renovar para ellas sus fiestas maravillosas en el Paraíso! 



EL ALMA: 

Madre, Reina de Amor, Emperatriz Soberana, ¡ah, desde el Cielo donde gloriosamente Reinas dirige una mirada de piedad a la tierra y ten piedad de mí! Sin ti me falta la vida y todas las cosas parecen morir. Por eso, no me dejes a mitad del camino, continúa guiándome hasta que en mí todo se haya convertido en Voluntad de Dios; es decir, el día en el cual Ella haya formado en mí su Reino y su Vida! 


PRACTICA: 

Para honrarme recitarás tres Glorias a la Santísima Trinidad, para agradecerle en mi nombre, por la gloria que me dio en el instante de mi Asunción al Cielo y para pedirme que venga a asistirte en la hora de tu muerte. 


JACULATORIA:

 Mamá Celeste, guarda mi voluntad en tu Corazón y encierra en mi alma el Sol de la Divina Voluntad.

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