ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.
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VIGESIMA QUINTA MEDITACION
La Reina del Cielo en las Bodas de Caná fue constituída Reina de las familias, Reina de los milagros y vínculo de unión entre el FIAT Divino y la criatura.
EL ALMA A SU MADRE CELESTIAL:
Mamá Santa, heme aquí Contigo y con tu Hijo en las Bodas de Caná, para admirar en el prodigio de Jesús tu potencia y tu ilimitado amor materno por mí y por todos tus hijos. ¡Ah, Madre mía, toma mi mano en las tuyas, ponme en tus rodillas, lléname de amor, purifica mi inteligencia y hazme comprender el gran misterio que encierra el primer milagro de Jesús!.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
Queridísima hija, mi corazón lleno de amor quiere satisfacer tu deseo y explicarte el motivo por el cual Yo quise asistir con mi Hijo Jesús a las Bodas de Caná. ¿Crees tú que Yo haya intervenido por simple conveniencia? ¡Ah no, hija mía! En este milagro están encerrados profundos misterios. Pon atención y te diré cosas nuevas; te haré comprender cómo mi amor de Madre demostró su intensidad y cómo el amor de mi Hijo demostró verdadera señal de paternidad hacia los hombres.
Mi Jesús había regresado del desierto y estaba a punto de iniciar su Vida Pública, pero primero quiso asistir a estas bodas y permitió que Yo fuera también invitada.
No fuimos para gozar de la fiesta, sino para obrar grandes cosas en favor de las generaciones humanas. Mi Hijo tomaba su lugar de padre y rey de las familias humanas y Yo el puesto de madre y reina. Con nuestra presencia renovamos la santidad, la belleza y el orden del matrimonio que Dios había instituido en el Edén, uniendo con vínculo indisoluble a Adán y Eva para poblar la tierra y multiplicar las futuras generaciones.
Como ves, hija mía, el matrimonio es la esencia de la que brota la vida del género humano, es el medio por el cual la tierra es poblada. A causa del pecado nuestros progenitores, al haberse sustraido de la Divina Voluntad destruyeron la integridad de la familia y por eso Yo, tu Madre y nueva Eva inocente, participé en las Bodas de Caná con mi Hijo Divino para restituir la santidad al matrimonio y reordenar los planes que Dios había preordenado en el Edén.
Además, deseando que todas las familias Me pertenecieran y que por medio mío se instaurara en ellas el Reino del FIAT Divino, Yo me constituí su Reina.
Pero ésto no es todo aún. Nuestro amor ardía en deseos de manifestarse a los hombres y darles la más sublime entre las lecciones, y de este modo logramos nuestro deseo: hacia el final del banquete faltó el vino, por lo que mi corazón de Madre, que amaba intensamente, se sintió enternecer. Queriendo ir en ayuda de los esposos y sabiendo que mi Hijo podía todo, me dirigí a El con acento suplicante: “Hijo mío, los esposos no tienen ya vino...” “Mi hora no ha llegado aún”, me respondió entonces El. A pesar del aparente rechazo, Yo sabía que Jesús nada me habría negado, y por eso dije a los que servían la mesa: “haced todo lo que El os diga”.
Hija mía, con éstas pocas palabras Yo di a los hombres de todos los siglos, una entre las más útiles, más necesarias y más sublimes de las lecciones. Yo les hablaba a ellos con corazón de Madre y les decía: “Hijos míos, ¿queréis ser santos? ¡Haced la Voluntad de mi Hijo!, no os separéis jamás de lo que El os enseña y tendréis en vuestro poder su semejanza y su santidad. ¿Queréis que todos vuestros males cesen? ¿deseáis obtener cualquier gracia, por muy difícil que sea? ¿pedís las cosas que son indispensables para la vida natural? ¡Haced todo lo que mi Hijo os dice y quiere y obtendréis no sólo lo que os es necesario, sino más, superabundantemente!, en sus palabras El tiene encerrada la Potencia misma de su Querer y las gracias que os quiere conceder”.
¡Cuántos hay, desgraciadamente, que a pesar de todas sus oraciones permanecen siempre débiles, afligidos y miserables! Parece que el cielo esté cerrado para ellos y que su voz no es escuchada. Estos no hacen lo que les dice mi Hijo y por lo tanto, con sumo dolor mío, se mantienen lejanos de la fuente de la Voluntad Divina en la que residen todos los bienes.
Los sirvientes, en cambio, hicieron puntualmente lo que les dijo Jesús: “Llenad las tinajas con agua y llevadlas a la mesa...” ¡Y las llenaron hasta el borde! y con ésto obtuvieron que el agua se convirtiera en vino exquisito.
¡Oh, mil y mil veces bienaventurado quien hace lo que Jesús dice y quiere!
Con haber querido mi cooperación y con haber escuchado mi petición, Jesús demostró haberme elegido como Reina de los milagros y, si no con palabras sí con los hechos, El dijo a todos y a cada uno de los hombres: “Si queréis Gracias y milagros venid a mi Madre, recurrid a su intercesión, a Ella jamás le niego nada de cuanto me pide”.
Hija mía, asistiendo a estas bodas Yo miraba a todas las familias de los siglos futuros y les impetraba la gracia de ser en la tierra los representantes de la Santísima Trinidad. Como Madre y Reina anhelaba hacer triunfar en el santuario de la familia a la adorable Voluntad de Dios y ponía a su disposición todas las gracias, los auxilios y la santidad que se necesitan para vivir en un Reino tan santo.
Querida hija, también a ti te hago la misma recomendación: escucha lo que te dice mi Hijo y solamente haz lo que El quiere. Si sigues este mi consejo, Yo haré el trabajo de formar los desposorios entre ti y el FIAT Divino, te daré por dote la misma Vida de mi Unigénito y por don mi maternidad con el cortejo de todas Mis Virtudes.
EL ALMA:
Mamá Celeste, ¡cuánto te debo agradecer por el gran amor que me tienes! En todo lo que haces tienes un pensamiento para mí y me preparas tales dones y favores que dejan asombrados a cielos y tierra. Con ellos yo te alabo y te digo: gracias. ¡Ah, Mamá buena, graba en mi corazón tus santas palabras: “haz lo que te dice mi Hijo”, a fin de que sea generada en mí la Vida de la Divina Voluntad que tan ardientemente suspiro y quiero!.
PRACTICA:
En todas nuestras acciones escuchemos a nuestra Mamá Celestial que nos dice suavemente al oído: “Haz lo que te dice mi Hijo”.
JACULATORIA:
Mamá santa, ven a mi alma y obra el milagro de convertir mi voluntad humana en Voluntad Divina.
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