ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.
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VIGESIMA SEXTA MEDITACION
La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad.
La hora del dolor se aproxima.
Separación dolorosa. Jesús en su Vida pública.
EL ALMA A LA CELESTE MAMA:
Heme aquí contigo nuevamente, Mamá Reina. Hoy mi dulce Jesús está por despedirse de Ti para dar principio a su Vida pública. Mamá Santa, permite que yo asista a la despedida. Durante estas horas tan tristes deseo que mi compañía sea consuelo a tu soledad, y mientras estamos juntas Tú continuarás dándome tus bellas lecciones sobre la Divina Voluntad.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
Querida hija mía, tu compañía me será muy agradable porque veré en ti el primer don de Jesús. Don formado por puro amor, fruto tanto de su sacrificio como del mío, don que un día costará la misma Vida de mi Unigénito.
Escúchame, hija, he aquí que a tu Mamá se aproxima un periodo de dolor, de soledad y de largas separaciones del sumo Bien Jesús. Los años de su vida oculta habían llegado a su término y el amor le hacía sentir la irresistible necesidad de salir para ir en busca del mísero hombre perdido en el laberinto de su voluntad y preso en todos los males. El querido San José había ya muerto, mi querido Jesús se iba a ausentar y Yo quedaba sola en la tranquila casita.
Cuando mi amado Jesús me pidió la obediencia de partir Yo sentí un intenso dolor en mi Corazón; pero sabiendo que esa era la Voluntad de Dios no dudé ni un instante y pronuncié de inmediato mi FIAT. Y nos separamos así: en la hoguera de su ternísimo amor El me bendijo y me dejó; Yo lo acompañé con mi mirada hasta que pude y después, retirándome, me abandoné al Supremo Querer que era mi Vida, pero, ¡oh Potencia del FIAT Divino!, este Santo Querer no me dejaba perder nunca de vista a mi Hijo, ni El me perdía de vista a Mí. Yo sentía sus latidos en los míos y Jesús sentía mis latidos en los suyos...
Querida hija, lo que el Santo Querer de Dios concede no está sujeto ni a acabar ni a sufrir separación, sus dones son permanentes y eternos; por eso, nada me hubiera podido privar de mi Jesús, ni la muerte, ni el dolor, ni la distancia, porque el Querer Divino me lo había dado. Nuestra separación era sólo aparente, pero en realidad permanecíamos fundidos el uno en el otro porque estábamos animados por un solo Querer!
La luz de la Divina Voluntad me hacía ver con cuánta ingratitud los hombres acogían a mi Hijo. El había tomado camino hacia Jerusalén y su primera visita la había dedicado al Templo santo en el cual se iniciaba su predicación.
Pero... ¡oh dolor!, su palabra, llena de vida, portadora de paz, de amor y de orden era falsamente interpretada, era escuchada con desconfianza y con malicia, especialmente por parte de los sabios y los doctos de aquellos tiempos. Cuando mi Hijo afirmaba que era el Hijo de Dios, que era el Verbo del Padre, que era Aquél que había venido a salvarlos, ellos se irritaban hasta el punto de querer aniquilarlo con sus miradas furibundas.
¡Oh, cómo sufría entonces mi amado Jesús! Viendo que su palabra creadora era rechazada, El sufría dolores y heridas de muerte. Y Yo, que todo observaba, no pudiendo resistir el espectáculo de aquel Corazón Divino que sangraba le ofrecía mi corazón materno para consolarlo, para no dejarlo sucumbir y para recibir en su lugar esas mismas heridas. ¡Oh, cuántas veces después de que había hablado a las muchedumbres Yo lo veía olvidado por todos, sin ningún consuelo, solo, solo..., fuera de los muros de la ciudad! Bajo el manto del cielo estrellado El lloraba e imploraba la salvación de todos. Y tu Mamá, hija mía querida, desde su casita participaba en sus dolores y mediante la luz del FIAT Divino le enviaba sus lágrimas para consolarlo, sus abrazos y sus besos para confortarlo.
Mi dulce Jesús viéndose rechazado por los grandes y los doctos no se detuvo, su amor quería, exigía almas y, por eso, El se rodeó de pobres, de afligidos, de enfermos, de cojos, de ciegos, de mudos, de oprimidos, quienes no eran otra cosa que las imágenes vivientes de los innumerables males que el humano querer había producido en ellos. Y Jesús, sanando, consolando e instruyendo a todos, vino a ser pronto el Amigo, el Padre, el Médico y el Maestro de los pobres.
Hija mía, así como fueron los pastores los que primeramente dieron la bienvenida a Jesús, así fueron también los pobres quienes lo siguieron en los últimos años de su vida terrena. Los indigentes, los ignorantes son los más sencillos, los más desapegados de sus propios juicios y por eso son los más favorecidos, los mayormente bendecidos y los amigos más queridos de mi Hijo. ¿No escogió acaso El como sus Apóstoles y como sólidos cimientos de su Iglesia naciente a un pequeño grupo de pobres pescadores?
Querida mía, es imposible narrarte detalladamente todo lo que Jesús y Yo obramos y sufrimos juntos durante estos tres años de su vida pública...!
Lo que te recomiendo es que el FIAT Divino sea el principio, el medio y el fin de cada uno de tus actos; y así como en el FIAT Yo encontré la fuerza para alejarme de mi Hijo y cumplir el sacrificio, así tú también encontrarás la fuerza para soportar cualquier pena, aun a costa de tu vida!
Da tu palabra a tu Mamá que te encontrarás siempre en la Divina Voluntad y Yo te aseguro que también tú sentirás la inseparabilidad de Mí y de nuestro Sumo Bien Jesús.
EL ALMA:
Mamá dulcísima, te compadezco al verte sufrir tanto. ¡Ah, te pido que derrames tus lágrimas y las de Jesús en mi alma para purificarla y encerrarla en el FIAT Divino!
PRACTICA:
Para honrarme y para hacerme compañía en mi soledad me darás todas tus penas, y por cada una de ellas repetirás: “Te amo, Jesús mío; te amo, Mamá mía...”
JACULATORIA:
Mamá divina, tus palabras y las de Jesús desciendan a mi corazón y formen en mí el Reino del Divino Querer.
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