ORACION A LA REINA DEL CIELO
ANTES DE CADA MEDITACION
Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.
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SEPTIMA MEDITACION
La Reina del Cielo en el Reino
de la Divina Voluntad.
Toma el cetro de mando y la Trinidad Sacrosanta la constituye como su Secretaria.
EL ALMA A LA DIVINA SECRETARIA:
Mamá Reina. heme aquí postrada a tus pies; siento que no puedo estar sin Ti. Tú hoy vienes a mí con el cetro de mando y con la corona de Reina; de todas maneras Tú siempre eres mi Madre. Temblando, pero con confianza, me arrojo en tus brazos a fin de que sanes las heridas que mi mala voluntad ha hecho a mi pobre alma. Si Tú no haces un prodigio, si no tomas tu cetro para guiarme y mantener tu imperio sobre todos y cada uno de mis actos para que mi querer no tenga más vida, yo temo no tener la posibilidad de llegar al Reino de la Divina Voluntad; por eso, ayúdame Tú, Mamá mía, en ti confío y de ti espero todo.
LECCION DE LA REINA DEL CIELO:
Hija mía querida, ven a los brazos de tu Mamá, pon atención y conocerás los inauditos prodigios que el FIAT realizó en tu Mamá Celestial. Los seis pasos que te he descrito simbolizan los seis días de la Creación. En cada día, Dios, pronunciando un FIAT, procedía de un paso a otro, creando ahora una cosa y ahora otra; el sexto día realizó el último diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y Semejanza”. Y, finalmente, en el séptimo día descansó como para deleitarse en todo lo que con tanta magnificencia había creado. Descansando, El admiraba el Universo y decía: “Qué bellas son mis obras. Todo es orden y armonía”. Y mirando al hombre, con la vehemencia de su amor 16 agregaba: “¡Pero el más bello entre todos eres tú. Tú eres la corona de toda mi obra!”.
Ahora debes saber, hija, que mi Concepción superó todos los prodigios de la Creación y que la Divinidad quiso hacer con su mismo FIAT, seis pasos también en Mí, para iniciar en lo más íntimo de mi alma la plenitud de su Vida.
En cuanto Yo hube tomado posesión del Reino de la Divina Voluntad, ésta empezó su actividad total, completa y perfecta en mi alma; y.... ¡oh, a qué alturas divinas fui elevada por el Altísimo! ¡Los Cielos no podían encerrarme ni contenerme; delante de mi luz se eclipsaba aun la luz del sol; ninguna cosa creada podía superarme! Yo navegaba los mares divinos como si fueran míos; mi Padre Celestial, el Hijo y el Espíritu Santo, deseosos de gozar a su pequeña Hija, me arrojaban ininterrumpidamente en sus brazos. Oh, que alegrías sentían descubriendo que mi alma los amaba, les rezaba y los adoraba mediante un amor, una oración y una adoración que brotaban del centro mismo de su Divina Voluntad en Mí. En correspondencia, las Tres Divinas Personas derramaban en Mí olas de amor Divino, castos perfumes, insólitas alegrías, repitiéndome continuamente: “Toda bella, toda pura, toda santa es la pequeña Hija nuestra; sus palabras son cadenas que nos atan, sus miradas son dardos que nos hieren, sus latidos son flechas que nos causan delirios de amores”. Y sintiendo salir de Mí la Potencia y la Fortaleza de su misma Voluntad Divina, que nos hacía inseparables, Ellos me decían: “Nuestra Hija invencible que llevará la victoria aun sobre nuestro Ser Divino”.
Ahora escucha, hija mía, lo que me dijo la Trinidad Divina en el exceso de su Misericordia: “Hija querida, nuestro amor no puede contenerse y se siente sofocado si no te confía sus secretos. De ahora en adelante Tú serás nuestra fiel Secretaria a quien confiaremos nuestros dolores: A cualquier costo queremos salvar al hombre. ¡Mira cómo corre hacia el precipicio!. Su voluntad rebelde lo arrastra continuamente, privado de la vida, de la fuerza, del sostén de Nuestro Querer Divino; él se alejó de su Creador y ahora camina casi arrastrándose en la tierra, débil, enfermo y lleno de vicios. En su estado actual él no tiene ninguna posibilidad de regenerarse; el único medio de poder salvarlo está en hacer descender a la tierra el Verbo Eterno para que El tome sobre Sí sus miserias, sus pecados; se haga hermano de ellos, los venza mediante el amor y, a costa de penas inauditas, infunda en ellos tanta confianza, que los salve y los ponga entre nuestros Brazos Paternos. ¡Oh, cuánto nos duele la suerte del hombre! Nuestra pena es grande y no podemos confiarla a nadie, porque en el mundo no hay ningún hombre que se haga dominar por la Voluntad Divina. Nadie, por tanto, podrá comprender ni Nuestro dolor ni los graves males del hombre caído en el pecado. Sólo Tú que posees nuestro FIAT lo puedes entender; y por ésto; como Secretaria nuestra, Nosotros queremos revelarte nuestros secretos y poner en tus manos el cetro de mando, a fin de que Tú te enseñorees e imperes sobre todo y sobre todos. Tu dominio venza a Dios y al hombre a un tiempo y traiga a Nosotros a este hijo nuestro, regenerado por tu Corazón Materno”.
¿Quién puede decir, hija mía, lo que sentí ante tanta elocuencia Divina? Sentí un intenso dolor y me propuse, aun a costa de mi Vida, reconciliar a Dios con la criatura y reunirlos nuevamente.
Hija mía, veo que te maravillas al oírme narrar la historia del Reino de la Divina Voluntad. Debes saber que también a ti te será dada esta suerte si consientes en vivir solamente del Divino Querer. El formará el Cielo en tu alma, sentirás la inseparabilidad Divina, también a ti te será dado el cetro del comando sobre tus pasiones, ya no serás esclava de ti misma, porque la voluntad humana es la que esclaviza a la pobre criatura y le corta las alas a su amor para que vuele hacia Aquél que la ha creado. La voluntad humana priva al alma de la fuerza, del sostén, de la confianza; le impide arrojarse en los brazos del Padre Celestial, le impide conocer sus secretos de amor y la obliga a vivir como extraña y muy lejana de la casa de su Padre Divino. ¡Oh, cómo es desoladora la soledad a la que el querer humano exilia y condena al hombre! Por eso, hija mía, asegúrame que no darás más vida a tu voluntad y Yo te llenaré de Voluntad Divina.
EL ALMA:
Mamá Santa, ayúdame, ¿no ves cómo soy débil? Tus bellas lecciones me conmueven hasta las lágrimas; lloro sobre la desventura que tuve al caer constantemente en el laberinto de mi voluntad, apartándome de la de mi Creador.
PRACTICA:
Para honrarme vendrás a refugiarte bajo mi manto para que aprendas a vivir bajo mis miradas, y recitando tres Aves Marías me pedirás que haga conocer a todos la Divina Voluntad.
JACULATORIA:
Mamá Santa, enciérrame en tu Corazón a fin de que yo aprenda de Ti a vivir de Voluntad Divina.
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