El Amado de mi alma.
Y mi Amado es para mí
Y yo soy para mi Amado
(Cantar 2, 16)
El Amado está a la puerta y llama, no quiere esperar, quiere estar con su criatura, la criatura no está lista, el Amado se va.
Yo dormía,
pero mi corazón estaba despierto.
Oí la voz de mi amado que me llamaba:
"Abreme, hermana mía, compañera mía,
paloma mía, preciosa mía;
que mi cabeza está llena de rocío,
y mis cabellos de la humedad de la noche"
Me quité la túnica,
¿tendré que ponermela otra vez?
Me lavé los pies,
¿cómo voy a volver a ensuciármelos?
Mi amado metió la mano
por la cerradura de la puerta;
¡cómo se me estremeció el corazón!
Me levanté para abrir a mi amado,
y mis manos destilaron mirra,
corrió mirra de mis dedos
sobre el pestillo de la cerradura.
Abrí a mi amado,
pero mi amado ya se había ido.
(cantar 5, 2-6)
¿Qué hay en tu corazón que no deja entrar a tu Amado?
¿Qué está ocupando ese lugar?
Piensa, revisa, mira que tienes que sacar de tu corazón para que tu Amado pueda entrar.
El es el Amado del alma, no lo hagas esperar, él desea verte, desea estar en tu corazón, desea estar con su criatura.
A veces ves que te despiertas de madrugada y ya no puedes dormir, es tu Amado, es el Amado que llama, quizá quiera decirte algo, quizá no, quizá solo quiera verte, solo eso. ¡Que emoción! Jesús el Amado me despierta solo porque quiere ¡verme! ¡quiere estar conmigo!
¡El Amado busca ser amado!
Cuando te despiertes de madrugada, levántate, es tu Amado que te llama, es tu Amado que quiere verte. No importa si no sabes que decir, no importa si no te dice nada, solo piensa que te ha despertado porque quiere verte. Hábrele, no lo hagas esperar, no sea que se vaya. Hábrele, hábrele rápido, es Jesús.
Paloma mía, que te escondes
en las grietas de la rocas, en apartados riscos,
Muéstrame tu rostro, déjame oir tu voz,
porque tu voz es dulce
y amoroso tu semblante.
(Cantar 2, 14)
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