Por un alma soberbia.
Sábado 9 de julio.
Durante la Adoración vino Jesús, muy hermoso y me dijo:
"Josefa, esta alma está muy cerca de su perdición, si no quiere reconocer su nada."
Domingo 10 de julio.
"Ofrécete a fin de alcanzar perdón para ella. Cuando un alma comete grandes pecados, pero después se humilla, saca ganancias. Más la soberbia, es lo que más enoja a mi Padre... La detesta con odio infinito."
Martes 12 de julio.
Por la tarde a eso de las cuatro y media, vino otra vez, hermosísimo el rostro aunque algo triste, y una herida muy grande en el corazón. Además de la que siempre tiene.
"Dame tu corazón, Josefa, para que vierta en él toda la amargura del mío. Ofrécete sin cesar para reparar la soberbia de esta alma. No me rehuses nada. Yo soy tu fortaleza."
Todo esto me lo decía como quien pide limosna y yo no sé que haría para consolarle.
Le digo mil cosas, le ofrezco mis deseos, le pido fuerzas para no resistirle en nada y que no mire lo que soy... ¡toda miseria!
"No me importa; tu miseria me consolará; lo que pido es libertad para disponer de ti. No necesito mas de los míos más que amor y abandono... Sí, amor para este corazón que de amor se consume."
Después dijo mirando al cielo:
"La soberbia la ciega... Olvida que soy su Dios y que ella, sin Mí, no es nada. ¿Qué importa subir aquí en la tierra? Póstrate ante mi Padre Celestial y ofrece la humildad de mi Corazón. No olvides que, sin Mí, el alma es un abismo de miseria. Yo levantaré a los humildes. No me importan sus miserias ni sus caídas... Quiero humildad y amor."
Van pasando los días y las semanas y Josefa padece sin tregua, por los pecadores. El dolor de costado, la corona de espinas, todos sus miembros como magullados y el alma oprimida de angustia, bajo el peso de la cólera divina, le recuerdan constantemente su misión reparadora.
Ya no podía más, escribe.
La Virgen Santísima acude en su ayuda.
"Hija mía, le dice durante la noche del 12 al 13 de julio, sufres para aliviar a tu amado. ¿No basta eso para animarte a sufrir? ¡Si supieras cómo te sostiene Él, Él mismo! No estás sola. ¡Valor! Aunque te esperen mayores trabajos, nada temas.
Viernes 22 de Julio. Creo que eran las tres de la mañana... Ha venido la Virgen y me ha dicho:
"Hija de mi Corazón: Vengo a sostenerte porque soy tu Madre. No, no es inútil lo que estás sufriendo. Aún te falta arrostrar una terrible tentación para salvar a esta alma orgullosa; cuando la sientas, descúbrela en seguida y después, obedece... Obedece... Obedece.
Miércoles 3 de agosto hacia las siete y media de la tarde, aparece Jesús. Falta reducir la soberbia de aquella alma que tanto hiere al Maestro.
"Quiero que se convierta pronto, dice el Señor a Josefa al día siguiente. ¿Quieres hoy sufrir por ella? Ofrécelo todo por esta intención. Volveré luego."
Por la tarde, a las cuatro, sentí que Jesús se acercaba, me fuí a la tribuna del Noviciado y enseguida vino. Ya no tenía en el Corazón la herida que veía desde que empezó a hablarme de aquella alma orgullosa.
"Ven, acércate y descansa. ¡Ya está en mi Corazón! Pero no vivirá más que el tiempo justo para purificarse de su falta, porque es muy débil y volvería a caer."
Me recostó en su Corazón... Luego le pregunté por qué deseaba tanto la salvación de esta alma.
"Porque ha salvado a otras muchas que ahora me glorifican"
Viernes 14 de agosto. Por la tarde vino Jesús muy hermoso y me dijo:
"Aquella esposa mía que se quedó en la tierra para purificarse ya está conmigo en el cielo."
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