miércoles, 7 de marzo de 2018

Jesús en medio de los soldados. Las Horas de la Pasión

DE LAS 4 A LAS 5 DE LA MAÑANA 
DUODÉCIMA HORA 

Jesús en medio de los soldados 

Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundida en tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de las espinas que herían a tu Corazón Sacratísimo; y queriéndome despertar contigo para ser una que conoce todas tus penas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte a tu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas me despierto. Pero, ¿qué veo? ¿Qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar tuyo y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que sólo tu amor podría soportar... Pacientísimo Jesús mío, ¿qué podías esperar de gente tan inhumana? 

Ya veo que se divierten contigo y te cubren el rostro con densos salivazos...La luz de tus hermosos ojos queda eclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos de lágrimas por nuestra salvación, con ellos, de tus ojos retiras esos salivazos. Pero aquellos malvados, no soportando su corazón ver la luz de tus ojos, vuelven a cubrirlos de nuevo con salivazos...Otros, haciéndose más atrevidos en el mal, te abren tu dulcísima boca y te la llena de hediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sienten asco; y como esos salivazos caen en parte, y en parte muestran la majestad de tu rostro y tu sobrehumana dulzura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan de ellos mismos...Y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante y así poder del todo desenfrenarse contra tu adorable persona: de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies, vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre tu rostro y en tu cabeza, rasguñándote, tirando de tus cabellos y empujándote de un lado para otro... 

Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote en tantas penas...Tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisieras cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho los corazones, pero tu amor me obliga a ver lo que sucede contigo. Y veo que no abres la boca, que no dices ni una palabra para defenderte, que estás en manos de estos esbirros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quieren; y al verlos saltar sobre ti, temo que mueras bajo sus pies... 

Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que siento por tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hiciera oír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al Espíritu Santo y a los ángeles todos, y aquí en la tierra, de un extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas las almas que te aman, a fin de que haciendo un cerco en torno a Ti, impidamos que se acerquen esos insolentes soldados para insultarte y atormentarte...Y juntamente contigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobre todo los que cometen los sectarios sobre tu Sacramental persona en las horas de la noche, y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba. 

Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados, ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas tuyas, no quiere quedarse solo contigo, siente la necesidad de otra compañía...Ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compañía; me estrecho fuerte a tu mano materna y te la beso. Tú fortifícame con tu bendición. Y Jesús, abrazándonos juntas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre su dolorido Corazón para consolarlo. 

Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendigo y en unión con Ella tomaremos el sueño del amor sobre tu adorable Corazón.


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