sábado, 12 de mayo de 2018

La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad. DÉCIMA SEGUNDA MEDITACIÓN

ORACION A LA REINA DEL CIELO 
ANTES DE CADA MEDITACION 



Reina Inmaculada, Celestial Madre mía, yo vengo a tus rodillas maternas para abandonarme como tu querida hija entre tus brazos y pedirte con los suspiros más ardientes la máxima Gracia que Tú puedes concederme: Mamá Santa, Tú, que eres la Reina del Reino de la Divina Voluntad, admíteme a vivir en El como hija tuya, y haz que este Reino ya no esté de ahora en adelante desierto, sino muy poblado de hijos tuyos. Soberana Reina, a Ti me confío a fin de que Tú guíes mis pasos en este santo Reino. Teniéndome tomada con tu mano materna haz que todo mi ser viva vida perenne en la Divina Voluntad. Tú serás mi Mamá y yo te entregaré mi voluntad a fin de que Tú la cambies por la Voluntad Divina. Te pido que ilumines mi mente y me asistas para que yo pueda comprender bien qué cosa es y qué cosa significa vivir en la Santa Voluntad de Dios.



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DECIMA SEGUNDA MEDITACION 

La Reina del Cielo deja la casa paterna. Su vida en el Templo. 




EL ALMA A LA CELESTE REINA: 

Mamá Celeste, tu pobre hija siente la irresistible necesidad de seguir tus pasos, de estudiar tus acciones para tomarlas como modelo y guía de toda su vida. Tú estás por irte de tu casa paterna al Templo; dame la gracia de poder acompañarte en el sagrado recinto y concédeme permanecer siempre Contigo, para aprender a cumplir la Voluntad de Dios aun a costa de cualquier sacrificio y heroísmo.  


LECCION DE LA CELESTIAL REINA: 

¡Con cuánto gusto te doy mi bienvenida, querida hija! Sí, ven junto a Mí y saca de mi ejemplo la fuerza que te es necesaria para adherirte totalmente a la Voluntad de Dios en cualquier circunstancia de tu vida!. 

Yo tenía apenas tres años cuando mis santos padres me anunciaron su decisión de consagrarme al Señor en el Templo. 

Con el pensamiento de que debía pasar mi juventud en la casa de Dios, mi corazón exultó de alegría y al mismo tiempo se sintió oprimido por el dolor. Me sentía tan pequeña aún y tan necesitada de las tiernas atenciones de mi padre y de mi madre... Ellos, a su vez, sufrían tan intensamente por mi separación, que se sentían morir. Sin embargo, considerándome no como cosa de ellos, sino como un don recibido en custodia por Dios, ellos se dispusieron voluntaria y valerosamente al acto heróico que El les pedía. 

Si también tú, hija mía, quieres poseer una fuerza invencible para sufrir las penas más duras, debes de recibirlas como preciosos favores enviados a ti por la mano paterna de Dios. 

Cuando dejé la casa de Nazaret di una última mirada a la habitación en la cual había nacido y agradecí al Creador por habérmela concedido; confié entonces a la Divina Voluntad toda mi infancia con todos sus dulces recuerdos para que fueran custodiados por Ella como otras tantas prendas de amor hacia Aquel que me había creado. 

Hija mía, el agradecer al Señor y abandonar en sus manos nuestros actos como testimonio de nuestra ternura por El, abre el camino a nuevas comunicaciones de Gracia entre Dios y el alma y forma el mejor homenaje que se pueda rendir a quien tanto nos ama. Aprende por tanto de Mí, a agradecerle por cualquier disposición, que El tome de ti en cada cosa que hagas, sea éste tu movimiento: “Gracias, oh! Señor, todo lo vuelvo a poner en tus manos”. 

Si partí de mi casa al Templo con tanto valor y desapego de la casa paterna fue únicamente porque veía al Querer Divino, en el Cual tenía constantemente fijo mi Corazón. Desde el instante en el cual le había entregado mi voluntad Yo había adquirido el total dominio de Mí misma y había entrado en posesión de una caridad perfecta, de una paciencia a toda prueba, de una dulzura fascinante y de una humildad profunda. ¿Cómo me hubieran, en verdad, podido llamar Reina las criaturas si Yo no hubiera sabido antes que todo imperar sobre mis facultades? 

Debes saber, hija mía, que la Divina Voluntad no se abaja jamás para reinar en una naturaleza rebelde; por eso, cuando sientas las espinas de la impaciencia, las hierbas nocivas de la agitación, los malos humores de los afectos no santos, recurre prontamente a mi Corazón y conságrame tu voluntad decididamente y sin reserva alguna, para que Yo haga correr en ella el Divino Querer. Con mi ayuda tú lograrás en un solo día lo que no te fue posible hacer a lo largo de años enteros. 

Cuando llegamos al Templo, mis santos padres me entregaron a los superiores, que me consagraron al Señor. En aquel instante solemne, mientras Yo estaba vestida de fiesta, se cantaron con grandísima emoción mía, himnos y profecías relacionadas con el futuro Mesías. Y al momento de la separación di con valor el “adiós” a mi padre y a mi madre, les besé la mano, les agradecí por los cuidados que habían tenido de Mi Infancia y por el gran sacrificio que ahora demostraban consagrándome a Dios. Mi actitud pacífica, sin llanto y resuelta infundió en ellos el valor y la fuerza para dejarme y alejarse de Mí. ¡Oh potencia del FIAT, tú sola eres la única que podía darme, en aquella tierna edad, el heroísmo y la fuerza de separarme de quienes tanto me amaban! 

Me encerré entonces en el Templo para preparar el Reino de la Divina Voluntad en la tierra. En aquel sagrado lugar Yo cumplía exactamente cada uno de mis deberes, era pacífica con todos, jamás fui para ninguno causa de amargura o de molestia; me sometía sin ninguna dificultad a realizar los servicios más humildes y veía a cualquier sacrificio como un honor y un privilegio. ¿Quieres conocer por qué, hija mía? Porque en cada cosa Yo encontraba la expresión de la santa Voluntad de Dios; comparaba el Querer Divino a una campanita que continuamente me llamaba y... ante aquel sonido misterioso mi Corazón gozaba y Yo corría al lugar en donde el FIAT me invitaba. En la Regla descubría la Divina Voluntad y en los superiores reconocía a los exponentes de aquel sacro Querer que a un tiempo me penetraba y me circundaba para formar su Reino en cada acto mío. 

Hija mía, de mi estancia en el Templo aprende cuán preciosa es la virtud del recogimiento. ¡Oh, cómo quisiera que las almas amaran y practicaran esta virtud viviendo alejadas de los peligros y de los espectáculos del mundo, que muchas veces causan su ruina! Si fueran más recogidas amarían mayormente la oración, sentirían mucho mejor la paz, no serían motivo de molestia a ninguno y la tierra estaría poblada cada vez más de otros tantos santos. Pero con sumo dolor observo que muchas almas por falta de recogimiento están inquietas, no encuentran paz y así forman ellas mismas su propia cruz y la de sus familias. ¡Oh, cuánto quisiera hacerles comprender el bien que les vendría si se modelaran a ellas mismas en este ejemplo mío, que no sólo nunca salí de mi casa, y si alguna vez lo hice fue sólo por extrema necesidad y para cumplir la Divina Voluntad, sino que con vivir durante mi juventud en el Templo mostré a mis hijos cómo desde el primer instante de mi Concepción hasta que morí, viví siempre en el Templo vivo del Divino Querer. 

Era para mí este Templo de la Divina Voluntad ley suprema, fuente de la que brota el amor, Vida de mi vida que me daba el heroísmo y la felicidad perenne en cada uno de mis actos. Y Yo, Madre ternísima quisiera encerrar a todos mis hijos en este vivo Templo del FIAT Divino, para poner sus almas, su santidad y su felicidad bajo un resguardo seguro y solamente así obtendré sobre mi cabeza esta corona y me sentiré Madre feliz y triunfadora. 


EL ALMA: 

¡Oh Mamá Santa, cómo son bellas tus lecciones y cómo endulzan mi corazón! ¡Ah, te pido que extiendas en mí el mar del FIAT Divino; sumérgeme en El, a fin de que yo no vea ni conozca otra cosa fuera de la Divina Voluntad, sus secretos, sus alegrías, su felicidad!. 


PRACTICA: 

Recitarás doce Ave Marías para honrar los doce años que viví en el Templo y unirás todos tus actos a los míos. 


JACULATORIA: 

Mamá Reina, enciérrame en el Sagrado Templo de la Voluntad de Dios.

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